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La muerte y un perro
Fiona Grace
Un misterio cozy de Lacey Doyle #2
LA MUERTE Y UN PERRO (UN MISTERIO COZY DE LACEY DOYLE – LIBRO 2) es el segundo libro de una encantadora nueva serie de misterio cozy escrita por Fiona Grace.
Lacey Doyle, de 39 aГ±os y reciГ©n divorciada, ha llevado a cabo un cambio drГЎstico: ha dejado atrГЎs su vida acelerada en Nueva York y se ha asentado en el pintoresco pueblo costero inglГ©s de Wilfordshire.
La primera estГЎ en el aire. Con el misterioso asesinato del mes pasado por fin dejado atrГЎs, un nuevo mejor amigo bajo la forma de su pastor inglГ©s y una creciente relaciГіn con el chef del otro lado de la calle, parece que todo empieza a encajar por fin. Lacey estГЎ tan entusiasmada con su primera gran subasta, especialmente cuando un valioso artefacto de lo mГЎs misterioso se aГ±ade a su catГЎlogo.
Todo parece marchar sin problemas hasta que dos misteriosos postores llegan al pueblo… y uno de ellos acaba aparece muerto.
Con el pequeГ±o pueblo sumido en el caos y la reputaciГіn de su negocio en juego, ВїpodrГЎ Lacey y su fiel compaГ±ero perruno resolver este crimen y salvar su buen nombre?
ВЎEl tercer libro de la serie, CRIMEN EN LA CAFETERГЌA, tambiГ©n estГЎ disponible para reserva!
Fiona Grace
MUERTE Y UN PERRO
LA MUERTE Y UN PERRO
(Un misterio cozy de Lacey Doyle ― Libro dos)
FIONA GRACE
Fiona Grace
La escritora debutante Fiona Grace es la autora de la serie UN MISTERIO COZY DE LACEY DOYLE, que incluye ASESINATO EN LA MANSIГ“N (Libro 1), LA MUERTE Y UN PERRO (Libro 2), CRIMEN EN LA CAFETERГЌA (Libro 3), ENOJADO EN UNA VISITA (Libro 4) y MUERTO CON UN BESO (Libro 5). Fiona tambiГ©n es la autora de la serie UN MISTERIO COZY EN EL VIГ‘EDO DE LA TOSCANA.
A Fiona le encantarГa saber tu opiniГіn, asГ que por favor visita www.fionagraceauthor.com (http://www.fionagraceauthor.com/) para recibir ebooks gratis, oГr las Гєltimas noticias y estar en contacto.
LIBROS ESCRITOS POR FIONA GRACE
MISTERIOS COZY DE LACEY DOYLE
ASESINATO EN LA MANSIГ“N (Libro #1)
LA MUERTE Y UN PERRO (Libro #2)
CRIMEN EN LA CAFETERГЌA (Libro #3)
CAPГЌTULO UNO
La campanilla de encima de la puerta tintineГі. Lacey levantГі la vista y vio que un seГ±or mayor habГa entrado a su tienda de antigГјedades. Llevaba una vestimenta de provinciano inglГ©s, que hubiera parecido rara en la antigua casa de Lacey, la ciudad de Nueva York, pero aquГ en la ciudad costera de Wilfordshire, Inglaterra, era uno mГЎs en el barrio. Lo Гєnico es que Lacey no lo reconocГa, como hacГa ahora con la mayorГa de los habitantes de la pequeГ±a ciudad. Su expresiГіn perpleja hizo que se preguntara si estaba perdido.
Al darse cuenta de que podrГa necesitar ayuda, tapГі rГЎpidamente el altavoz del telГ©fono que sujetaba —a media conversaciГіn con la RSPCA— y se dirigiГі hacia Г©l desde el mostrador:
–En un segundo estoy con usted. Tengo que terminar esta llamada.
El hombre parecГa no oГrla. Estaba concentrado en una estanterГa llena de figuritas de cristal glaseado.
Lacey sabГa que tendrГa que darse prisa con su conversaciГіn con la RSPCA para poder atender al cliente con apariencia de estar confundido, asГ que quitГі la manГі del altavoz:
–Lo siento. ВїPodrГa repetirme lo que estaba diciendo?
La voz al otro lado era de hombre, y parecГa agotado mientras suspiraba.
–Lo que le estaba diciendo, Señora Doyle, es que no puedo dar detalles de miembros del personal. Es por razones de seguridad. Estoy seguro de que lo entiende.
Lacey ya habГa oГdo todo esto antes. La primera vez que llamГі a la RSPCA fue para adoptar oficialmente a Chester, el perro pastor inglГ©s que mГЎs o menos venГa con la tienda de antigГјedades que ella arrendaba (sus anteriores propietarios, que habГan arrendado la tienda antes que ella, habГan muerto en un trГЎgico accidente y Chester volviГі deambulando hasta su casa). Pero ella se llevГі la sorpresa de su vida cuando la mujer que estaba al otro lado de la lГnea le habГa preguntado si era pariente de Frank Doyle —el padre que la habГa abandonado cuando ella tenГa siete aГ±os. Se cortГі la conexiГіn en su llamada y, desde entonces, ella habГa llamado cada dГa para encontrar a la mujer con la que habГa hablado. Pero resultaba que ahora todas las llamadas iban a una central de llamadas situada en la ciudad mГЎs cercana de Exeter, y Lacey nunca pudo localizar a la mujer que de algГєn modo habГa conocido a su padre por el nombre.
Lacey apretГі con fuerza el auricular y se esforzГі por mantener la voz estable.
–SГ, entiendo que no pueda decirme su nombre. Pero Вїno puede por lo menos pasarme con ella?
–No, señora —respondió la joven—. Aparte del hecho de que no sé quién es esa mujer, tenemos un sistema de centro de llamadas. Las llamadas se reparten de forma aleatoria. Lo único que yo puedo hacer, y que ya he hecho, es poner una nota con sus detalles. —Empezaba a parecer que estaba fuera de quicio.
–Pero ¿y si ella no ve la nota?
–Esa es una posibilidad muy real. Tenemos un montón de miembros del personal que trabajan voluntariamente según las necesidades. Puede que la persona con la que habló ni siquiera haya estado en la oficina desde la primera llamada.
Lacey ya habГa oГdo tambiГ©n esas palabras, de las numerosas llamadas que habГa hecho, pero cada vez deseaba y rezaba para que el resultado fuera diferente. ParecГa que el personal del centro de llamadas empezaba a estar bastante molesta con ella.
–Pero si era una voluntaria, Вїeso no significa que podrГa no haber vuelto nunca para otro turno?
–Claro. Es una posibilidad. Pero no sé lo quiere que haga yo al respecto.
Lacey ya habГa intentado convencer lo suficiente por hoy. SuspirГі y admitiГі la derrota:
–Vale, de acuerdo, gracias de todos modos.
ColgГі el telГ©fono, con el corazГіn encogido. Pero no iba a obsesionarse con eso. Sus intentos por encontrar informaciГіn sobre su padre dar dos pasos hacia delante y uno y medio hacia atrГЎs, y ella se estaba acostumbrando a los callejones sin salida y a las decepciones. AdemГЎs, tenГa un cliente al que atender y su querida tienda siempre tenГa prioridad sobre todo lo demГЎs en la mente de Lacey.
Desde que los dos detectives de la policГa, Karl Turner y Beth Lewis, habГan publicado una noticia para decir que ella no tenГa nada que ver con el asesinato de Iris Archer —y que, de hecho, les habГa ayudado a resolver el caso— la tienda de Lacey se habГa recuperado bien. Ahora era prГіspera, con un flujo regular de clientes diarios compuesto de gente de la ciudad y de turistas. Ahora Lacey tenГa los ingresos suficientes para comprar Crag Cottage (algo que estaba en proceso de negociar con Ivan Parry, su actual propietario), e incluso tenГa los ingresos suficientes para pagar a Gina, su vecina de al lado y amiga Гntima, por horas de trabajo semipermanente. No es que Lacey se tomara la molestia durante el turno libre de Gina —lo usaba para aprender de subastas. HabГa disfrutado mucho de la que habГa llevado a cabo para las pertenencias de Iris Archer, iba a organizar una cada mes. MaГ±ana iba a comenzar la siguiente subasta de Lacey, y estaba rebosante de emociГіn por ello.
SaliГі de detrГЎs del mostrador —Chester levantГі la cabeza para ofrecerle su habitual relincho— y se acercГі al anciano. Era un extraГ±o, ninguno de sus clientes habituales, y estaba mirando atentamente a la estanterГa donde estaban expuestas las bailarinas de cristal.
Lacey se apartГі sus oscuros rizos de la cara, saliГі de detrГЎs del mostrador y se dirigiГі hacia el anciano.
–¿Está buscando algo en concreto? —preguntó mientras se acercaba a él.
El hombre dio un salto.
–¡Dios mГo, me ha asustado!
–Lo siento —dijo Lacey al ver su audГfono por primera vez, y se recordГі a sГ misma a acercarse sigilosamente por detrГЎs a la gente mayor en el futuro—. Solo me preguntaba si buscaba alguna cosa en concreto o solo estaba leyendo con atenciГіn.
El hombre volviГі a mirar a las figuras, con una sonrisita en los labios.
–Es una historia curiosa —dijo—. Es el cumpleaños de mi difunta esposa. Vine al pueblo a tomar un té con pastas, como una especie de ceremonia conmemorativa, ¿sabe? Pero al pasar por su tienda, sentà la necesidad de entrar. —Señaló a las figuritas—. Ellas fueron lo primero que vi. —Sonrió a Lacey con complicidad—. Mi esposa era bailarina.
Lacey le devolviГі la sonrisa, conmovida por la aflicciГіn de la historia.
–¡Qué bonito!
–Fue por allГЎ en los setenta —continuГі el anciano, alargando su mano temblorosa y cogiendo un modelo de la estanterГa—. Estaba con la Royal Ballet Society. De hecho, fue su primera bailarina sin…
Justo entonces, el ruido de una furgoneta grande, que pasaba demasiado rГЎpido por encima del badГ©n regulador de velocidad directamente fuera de la tienda, cortГі el final de la frase del anciano. El posterior bum que hizo al impactar al otro lado del badГ©n le hizo dar un gran salto, y la figurita saliГі volando de sus manos. Se estrellГі contra el entarimado de madera del suelo. El brazo de la bailarina se partiГі de inmediato y se colГі debajo del mueble de estanterГas.
–¡Oh, Dios mГo! —exclamГі el hombre—. ВЎLo siento mucho!
–No se preocupe —lo tranquilizГі Lacey, con la mirada fija al otro lado del escaparate hacia la furgoneta blanca, que habГa frenado sobre el bordillo y habГa parado en seco. Ahora su motor estaba al ralentГ y echaba humo por el tubo de escape—. No es culpa suya. Creo que el conductor no vio el badГ©n. ВЎSeguro que su furgoneta ha sufrido daГ±os!
Se agachГі y estirГі el brazo debajo del mueble de estanterГas, hasta que rozГі el trocito de cristal dentado con las puntas de los dedos. SacГі el brazo —que harГЎ estaba cubierto por una fina capa de polvo— y se puso de nuevo de pie, a la vez que veГa por la ventana a la conductora de la furgoneta bajando de un salto de la cabina al suelo adoquinado.
–Esto tiene que ser una broma… —murmurГі Lacey mirando a la culpable, a la que ahora podГa identificar, con los ojos entrecerrados—. Taryn.
Taryn era la propietaria de la tienda de ropa de al lado. Era una mujer clasista y mezquina, a la que Lacey le habГa otorgado el tГtulo de La mujer menos preferida de Wilfordshire. Siempre estaba intentando fastidiar a Lacey, para echarla de la ciudad. Taryn habГa hecho todo lo que estaba en su poder para frustrar todos los intentos de Lacey de empezar un negocio aquГ en Wilfordshire, ВЎhasta llegar a hacer agujeros con una taladradora en la pared de su propia tienda para fastidiarla! Y aunque la mujer habГa pedido una tregua despuГ©s de que su empleado de mantenimiento hubiera llevado las cosas un poco demasiado lejos y lo hubieran pillado merodeando fuera de la casita de campo de Lacey una noche, Lacey no estaba muy segura de poder volver a confiar en ella. Taryn jugaba sucio. Seguramente este era otro de sus trucos. Para empezar, era imposible que no supiera que el badГ©n estaba allà —¡se veГa desde el escaparate de su propia tienda, por el amor de Dios! AsГ que lo habГa pasado demasiado rГЎpido a propГіsito. DespuГ©s, para colmo de males, la habГa aparcado justo delante de Lacey’s, en lugar de delante de su propia tienda, bien para tapar la vista o para que los humos salieran en su direcciГіn.
–Lo siento mucho —repitiГі el hombre, atrayendo la atenciГіn de Lacey de nuevo al momento. TodavГa sostenГa la figurita, que ahora tenГa un solo brazo—. Por favor. PermГtame que le pague los daГ±os.
–Ni hablar —le dijo Lacey con firmeza—. Usted no hizo nada malo. —DesviГі lentamente sus ojos entrecerrados por encima del hombro hacia el otro lado del escaparate. ClavГі la mirada en Taryn y siguiГі a la mujer mientras ella se dirigГa tan campante a la parte trasera de la furgoneta como si no le preocupara nada en absoluto. Lacey estaba aГєn mГЎs enfadada con la propietaria de la tienda de ropa—. Si alguien tiene la culpa, esa es la conductora. —ApretГі los puГ±os—. ВЎCasi parece que lo haya hecho a propГіsito! ВЎAy!
Lacey notГі algo puntiagudo en la mano. HabГa apretado el brazo de la bailarina con tanta fuerza que le habГa hecho un corte en la piel.
–¡Oh! —exclamГі el hombre al ver la brillante gota de sangre que crecГa en su mano. Este cogiГі el brazo que la habГa lastimado con los dedos a modo de pinza, como si retirara algo que de algГєn modo pudiera sanar la herida—. ВїSe encuentra bien?
–Por favor, ¿me disculpa un segundo? —dijo Lacey.
Se dirigió hacia la puerta —dejando al hombre con una expresión perpleja, sujetando una bailarina rota en una mano y un brazo sin cuerpo en la otra— y salió a la calle. Fue nadando justo hasta su archienemiga en el barrio.
–¡Lacey! —sonriГі Taryn, mientras levantaba con dificultad la puerta trasera de la furgoneta—. Supongo que no te importa que haya aparcado aquГ. Tengo que descargar la mercancГa de la nueva temporada. ВїNo es el verano tu estaciГіn favorita para la ropa?
–No me importa en absoluto que aparques ahà —dijo Lacey—. Pero lo que sà me importa es que pases tan rápido por encima del badén regulador de velocidad. Sabes que el badén está justo delante de mi tienda. A mi cliente casi le da un ataque de corazón con el ruido.
Entonces se dio cuenta de que Taryn tambiГ©n habГa aparcado de tal manera que su voluminosa furgoneta le tapaba a Lacey la vista hacia la pastelerГa de Tom que estaba al otro lado de la calle. ВЎEso sГ que estaba hecho a propГіsito!
–Entendido —dijo Taryn con una alegrГa fingida—. Me asegurarГ© de conducir mГЎs despacio cuando tenga que traer la mercancГa de otoГ±o. Oye, tienes que pasarte cuando lo haya colocado todo. Renueva tu armario. Date un capricho. Te lo mereces. —RecorriГі con la mirada la ropa de Lacey—. Y ya toca.
–Me lo pensaré —dijo Lacey con un tono monótono, haciendo una sonrisa falsa como la de Taryn.
En el instante en el que le dio la espalda a la mujer, su sonrisa se convirtiГі en una mueca. Realmente Taryn era la reina de los cumplidos con doble intenciГіn.
Cuando entrГі de nuevo a su tienda, Lacey vio que ahora el cliente anciano esperaba al lado del mostrador y una segunda persona —un hombre con un traje oscuro— tambiГ©n habГa entrado. Estaba mirando atentamente la estanterГa llena de artГculos nГЎuticos que Lacey tenГa pensado subastar maГ±ana, mientras estaba bajo la atenta mirada de Chester el perro. PodГa oler su lociГіn para despuГ©s del afeitado incluso desde esa distancia.
–En un segundo estoy con usted —dijo en voz alta al nuevo cliente mientras iba a toda prisa a la parte trasera de la tienda, donde el señor mayor estaba esperando.
–¿Está bien su mano? —le preguntó el hombre.
–Totalmente bien. —MirГі el pequeГ±o rasguГ±o que tenГa en la mano, que ya habГa dejado de sangrar—. Siento haberme ido tan deprisa. TenГa que … —escogiГі sus palabras con cuidado— ocuparme de una cosa.
Lacey estaba decidida a que Taryn no la desanimara. Si dejaba que le afectara la propietaria de la tienda, serГa como si se marcara un gol en propia puerta.
Cuando Lacey se metiГі detrГЎs del mostrador, vio que el anciano habГa dejado la figurita rota encima.
–Me gustarГa comprarla —anunciГі.
–Pero estГЎ rota —contestГі Lacey. Era evidente que Г©l intentaba ser amable, a pesar de que no tenГa ninguna razГіn para sentirse culpable por los daГ±os. En realidad, no habГa sido para nada culpa suya.
–Aun asà la quiero.
Lacey se sonrojГі. Era realmente insistente.
–¿Puede dejarme que intente arreglarla primero, por lo menos? —dijo—. Tengo pegamento extrafuerte y…
_ВЎNo hace falta! —interrumpiГі el hombre—. La quiero tal como estГЎ. Abe, ahora me recuerda a mi esposa incluso mГЎs. Eso es lo que estaba a punto de decir cuando la furgoneta ha hecho tanto ruido. Ella fue la primera bailarina de la Royal Ballet Society con una discapacidad. LevantГі la figura y la hizo girar a la luz. La luz atrapГі el brazo derecho, que todavГa se veГa elegante, extendido a pesar de que terminaba en un muГ±Гіn dentado a la altura del codo—. Bailaba con un brazo.
Lacey levantГі las cejas. AbriГі la boca sorprendida.
–¡No me diga!
El hombre asintiГі con entusiasmo.
–¡De verdad! ¿No lo ve? Esto ha sido una señal de ella.
Lacey no podГa evitar estar de acuerdo con Г©l. Al fin y al cabo, ella estaba buscando a su propio fantasma, en forma de su padre, asГ que era especialmente sensible a las seГ±ales del universo.
–En ese caso tiene razón, tiene que quedársela —dijo Lacey—. Pero no puedo cobrársela.
–¿Está segura? —preguntó el hombre, sorprendido.
Lacey sonriГі.
–¡Estoy segurГsima! Su mujer le mandГі una seГ±al. La figurita es suya por derecho.
El hombre parecГa emocionado.
–Gracias.
Lacey empezГі a envolverle la figurita con papel de seda.
–Nos aseguraremos de que no pierda otra extremidad, ¿eh?
–Veo que va a celebrar una subasta —dijo el hombre, señalando por encima del hombro de ella al cartel que colgaba en la pared.
A diferencia de los rudimentarios carteles hechos a mano que anunciaron su Гєltima subasta, Lacey habГa encargado que este lo hicieran unos profesionales. Estaba decorado con motivos nГЎuticos; barcos y gaviotas y un borde hecho para que parecieran banderines de tela a cuadros, en honor a la obsesiГіn de Wilfordshire por los banderines.
–AsГ es —dijo Lacey, sintiendo que el pecho se le llenaba de orgullo—. Es mi segunda subasta. Esta es exclusivamente de artГculos antiguos de la marina. Sextantes. Anclas. Telescopios. Voy a vender toda una variedad de tesoros. ВїLe gustarГa asistir?
–Tal vez lo haga —respondió el hombre con una sonrisa.
–Le pondré un folleto en la bolsa.
Lacey lo hizo y, a continuaciГіn, le dio al hombre su valiosa figurilla desde el otro lado del mostrador. Г‰l le dio las gracias y se marchГі.
Lacey observГі al anciano mientras este salГa de la tienda, emocionada por la historia que le habГa contado, antes de que recordara que tenГa otro cliente al que atender.
MirГі hacia la derecha para dirigir su atenciГіn hacia el otro hombre. Fue entonces cuando vio que se habГa ido. Se habГa ido sigilosamente y en silencio, desapercibido, antes de que ni tan solo hubiera tenido ocasiГіn de ver si necesitaba ayuda.
Fue hacia la zona donde Г©l habГa estado mirando —la estanterГa de abajo donde ella habГa colocado cajas de almacenaje llenas con todos los artГculos que iba a vender en la subasta de maГ±ana. Un cartel, escrito a mano por Gina, decГa: В«Nada de lo que hay aquГ estГЎ a la venta. ВЎSe subastarГЎ todo!В». HabГa garabateado lo que parecГa ser una calavera y unos huesos cruzados debajo, evidentemente confundiendo el tema nГЎutico con el pirata. Con suerte, el cliente habГa visto el cartel y volverГa maГ±ana para hacer una oferta por el artГculo que fuera que tanto le interesaba.
Lacey cogiГі una de las cajas llena de artГculos que todavГa no habГa tasado y la llevГі al mostrador. Mientras sacaba un artГculo tras otro y los ponГa en fila encima del mostrador, no podГa evitar que la emociГіn fluyera en su interior. Su anterior subasta habГa sido maravillosa, aunque atemperada por el hecho que estaba persiguiendo a un asesino. Esta la podrГa disfrutar completamente. Realmente tendrГa la oportunidad de sacar mГєsculo como subastadora ВЎy literalmente no podГa esperar!
Realmente estaba fluyendo mientras tasaba y catalogaba los artГculos cuando el sonido estridente de su mГіvil la interrumpiГі. Un poco frustrada porque, sin duda, la molestara la teatrera de su hermana pequeГ±a, Naomi, con una crisis relacionada con ser madre soltera, Lacey desviГі la mirada hacia el mГіvil, que estaba boca arriba encima del mostrador. Ante su sorpresa, la identidad que se le mostrГі era В«DavidВ», su exmarido desde hacia poco.
Lacey mirГі fijamente la pantalla parpadeante por un instante, tan perpleja que no podГa reaccionar. La recociГі un tsunami de emociones diferentes. David y ella habГan intercambiado exactamente cero palabras desde el divorcio —aunque al parecer todavГa se hablaba ni mГЎs ni menos que con la madre de Lacey— y todo lo habГan gestionado a travГ©s de sus abogados. Pero Вїpor quГ© la llamaba directamente a ella? Lacey no sabГa ni por dГіnde empezar a teorizar por quГ© Г©l estarГa haciendo algo asГ.
En contra de todo pronГіstico, Lacey respondiГі la llamada.
–¿David? ¿Va todo bien?
–No, no va bien —se oyГі su voz penetrante, que le evocГі un millГіn de recuerdos latentes que habГan estado dormidos en la mente de Lacey, como polvo revuelto.
Se puso tensa, preparГЎndose par algГєn terrible bombazo.
–¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
–No ha llegado tu pensión conyugal.
Lacey puso los ojos tan en blanco que se hizo daГ±o. El dinero. CГіmo no. A David no habГa nada que le importara mГЎs que el dinero. Uno de los aspectos mГЎs ridГculos de su divorcio de David fue el hecho que ella tenГa que pagarle una pensiГіn conyugal porque ella habГa sido la que mГЎs ganaba de los dos. Era de esperar que la Гєnica cosa que lo obligara a ponerse en contacto real con ella fuera eso.
–Pero yo lo domiciliГ© por el banco —le dijo Lacey—. DeberГa ser automГЎtico.
–Bueno, es evidente que los britГЎnicos tienen una interpretaciГіn diferente de la palabra automГЎtico —dijo con arrogancia—. Porque en mi cuenta bancaria no se ha depositado ningГєn dinero y, por si no eras consciente, ВЎhoy es la fecha lГmite! AsГ que te sugiero que te pongas al telГ©fono con tu banco de inmediato y resuelvas la situaciГіn.
ParecГa un director de instituto. Lacey casi esperaba que terminara su monГіlogo con la expresiГіn В«niГ±ata estГєpidaВ».
ApretГі el mГіvil, con fuerza, intentando con todas sus fuerzas que David no consiguiera hacerla sentir mal, hoy no, ВЎel dГa antes de la subasta que estaba deseando tanto!
–QuГ© sugerencia mГЎs ingeniosa, David —respondiГі, colocГЎndose el telГ©fono entre la oreja y el hombro para poder tener las manos libres y usarlas para conectar con su cuenta bancaria en lГnea—. A mГ nunca se me hubiera ocurrido hacerlo.
Sus palabras se encontraron con el silencio. Seguramente David nunca la habГa oГdo usando un tono sarcГЎstico y esto lo habГa desconcertado. Ella culpaba a Tom de eso. El sentido del humor inglГ©s de su nuevo novio se le estaba pegando rГЎpidamente.
–No te lo estás tomando muy en serio —respondió David, cuando pudo reaccionar.
–¿DeberГa hacerlo? —respondiГі Lacey—. Solo es una equivocaciГіn del banco. Seguro que me lo podrГЎn arreglar antes de que termine el dГa. De hecho, sГ, hay un aviso aquГ en mi cuenta. —Hizo clic en el pequeГ±o icono rojo y apareciГі un cuadrito de informaciГіn. LeyГі en voz alta—: В«Debido al dГa festivo a nivel nacional, todas las fechas de pago previstas que coincidan en domingo o lunes llegarГЎn a las cuentas el martesВ». AjГЎ. AhГ lo tienes. SabГa que serГa algo sencillo. Un dГa festivo. —Hizo una pausa y mirГі por la ventana a la multitud de gente que pasaba—. Y decГa yo que habГa demasiada gente por las calles hoy.
Casi podГa oГr a David apretando los dientes por el altavoz.
–En realidad, esto es sumamente inoportuno —dijo de forma brusca—. Ya sabes que tengo facturas que pagar.
Lacey mirГі hacia Chester, como si necesitara un colega en esta conversaciГіn especialmente frustrante. Este levantГі la cabeza de las patas y arqueГі una ceja.
–¿Frida no puede prestarte unos cuantos millones de dólares si tú estás tieso?
–Eda —le corrigió David.
Lacey sabГa perfectamente bien el nombre de la nueva novia de David. Pero Naomi y ella se habГan acostumbrado a llamarla Frida en quince dГas en referencia a la rapidez con la que se habГan comprometido y ahora no podГa pensar en ella de otra manera.
–Y no —continuГі Г©l—. No deberГa hacerlo. ВїY se puede saber quiГ©n te ha hablado de Eda?
–Puede que se le haya escapado a mi madre una o dos docenas de veces. Por cierto, ¿tú qué haces hablando con mi madre?
–Ha sido parte de mi familia durante catorce años. De ella no me he divorciado.
Lacey suspirГі.
–No. Supongo que no. Asà pues, ¿cuál es el plan? ¿Iréis los tres amigos a haceros la manicura y la pedicura?
Ahora intentaba pincharlo y no podГa evitarlo. Era muy divertido.
–EstГЎs haciendo el ridГculo —dijo David.
–¿No era la heredera de un emporio de uñas postizas? —dijo con una inocencia fingida.
–SГ, pero no hace falta que lo digas de esa manera —dijo David, con una voz que lanzГі la imagen de su cara haciendo puchero a la imaginaciГіn de Lacey.
–Solo estaba haciendo conjeturas de cГіmo podrГas pasar el rato juntos los tres.
–Con un tono de crГtica.
–Mi madre me dice que es joven —dijo Lacey, cambiando de tema—. Veinte. A ver, creo que puede ser un poco demasiado joven para un hombre de tu edad, pero por lo menos tiene diecinueve aГ±os enteros para decidir si quiere tener hijos o no. Al fin y al cabo, treinta y nueve es el lГmite para ti.
En cuanto lo hubo dicho, se dio cuenta de lo mucho que se parecГa a Taryn. Se estremeciГі. Igual que no tenГa inconveniente en que se le pegaran las costumbres de Tom, ВЎsin duda ponГa lГmites a las de Taryn!
–Lo siento —murmuró, retractándose.
David dejГі pasar un segundo.
–Mándame el dinero, Lace.
Se cortГі la llamada.
Lacey suspirГі y colgГі el telГ©fono. Por muy irritante que hubiera sido la conversaciГіn, estaba completamente decidida a no dejar que la hundiera. Ahora David estaba en su pasado. Ella habГa construido una vida completamente nueva aquГ en Wilfordshire. Y ademГЎs, no hay mal que por bien no venga. Si David avanzaba con Eda, ella no tendrГa que pagarle la pensiГіn conyugal si se casaban ВЎy el problema se solucionarГa! Pero sabiendo cГіmo le iban normalmente a ella las cosas, tenГa la sensaciГіn de que este serГa un compromiso muy largo.
CAPГЌTULO DOS
Lacey estaba en medio de su trabajo de tasaciГіn cuando, al otro lado del escaparate, Taryn moviГі por fin su enorme furgoneta y se abriГі la visiГіn hacia la tienda de Tom al otro lado de las calles adoquinadas. Los banderines con tela de cuadros y temГЎtica de Pascua habГan sido sustituidos por banderines con temГЎtica estival, y Tom habГa renovado su escaparate de macarrones para que ahora representara la escena de una isla tropical. Los macarrones de limГіn formaban la arena, rodeados por un mar de azules diferentes —turquesa (con sabor a algodГіn de azГєcar), celeste (con sabor a chicle), azul oscuro (con sabor a arГЎndano) y azul marino (con sabor a frambuesa azul). Unos montoncitos altos de macarrones de chocolate, macarrones de cafГ© y macarrones de cacahuete formaban la corteza de las palmeras, y las hojas se habГan formado con mazapГЎn; otro material elaborado a partir de alimentos que Tom trabajaba de forma muy diestra. La muestra del escaparate impresionante y ni que decir tiene que parecГa deliciosa, y siempre atraГa a una cantidad enorme de emocionados espectadores turistas.
Mirando a travГ©s del escaparate hacia el mostrador, Lacey veГa a Tom tras Г©l, que estaba ocupado deleitando a sus clientes con sus demostraciones teatralizadas.
HundiГі la barbilla en el puГ±o y soltГі un suspiro evocador. Hasta el momento, las cosas iban de maravilla con Tom. Estaban В«quedandoВ», palabra que habГa elegido Tom y no ella, de manera oficial. Durante su discusiГіn sobre cГіmo В«definir la relaciГіnВ», Lacey habГa propuesto la razГіn de que era un tГ©rmino inadecuado e infantil para dos adultos creciditos que se aventuraban en un viaje romГЎntico juntos, pero Tom remarcГі que como ella no trabajaba para Merriam-Webster, en realidad no le tocaba decidir sobre terminologГa. Ella habГa cedido en este punto concreto, pero puso lГmites a las palabras В«noviaВ» y В«novioВ». TodavГa estaban por decidir los tГ©rminos con los que se referirГan el uno al otro y normalmente usaban В«cariГ±oВ» por defecto.
De repente, Tom la mirГі y la saludГі con la mano. Lacey reaccionГі de golpe, se le encendieron las mejillas al darse cuenta de que la habГa pillado mirГЎndolo como una niГ±a de instituto enamoradilla.
El saludГі de Tom pasГі a una seГ±al para que entrara y, de golpe, Lacey se dio cuenta de la hora que era. Las once y diez. ВЎLa hora del tГ©! ВЎY llegaba diez minutes tarde para su tentempiГ© diario!
–Vamos, Chester —dijo rápidamente, mientras el pecho se le llenaba de emoción—. Es el momento de visitar a Tom.
PrГЎcticamente saliГі corriendo de la tienda, no sin antes acordarse de girar el cartel de В«AbiertoВ» para que se leyera В«Vuelvo en 10 minutosВ» y cerrar la puerta con llave. DespuГ©s cruzГі dando saltitos la calle adoquinada hacia la pastelerГa, el corazГіn le hacГa pum-pum-pum a ritmo con sus saltitos y su emociГіn por ver a Tom iba en aumento.
Justo cuando Lacey llegГі a la puerta de la pastelerГa, el grupo de veraneantes chinos a los que Tom habГa estado entreteniendo hacГa unos instantes empezГі a salir en masa. Todos llevaban cogida en la mano una bolsa de papel increГblemente grande llena hasta los topes de golosinas con olores deliciosos, mientras charlaban y soltaban risitas entre ellos. Lacey aguantГі la puerta pacientemente, esperando a que salieran en fila y ellos inclinaban la cabeza educadamente para agradecГ©rselo.
Cuando por fin el camino estuvo libre, Lacey entrГі.
–Hola, cariГ±o —dijo Tom, una gran sonrisa iluminaba su hermosa cara de tonalidad dorada, haciendo que aparecieran unas lГneas de la risa al lado de sus chispeantes ojos verdes.
–Ya veo que tus seguidores acaban de irse —bromeГі Lacey mientras se acercaba al mostrador—. Y compraron montones de mercancГa.
–Ya me conoces —respondiГі Tom, con un movimiento de cejas—. Soy el primer chef de pastelerГa del mundo con un club de fans.
Hoy parecГa estar de un humor especialmente jovial, pensГі Lacey, y no es que nunca pareciera otra cosa que alegre. Tom era una de esas personas que parecГa ir sin preocupaciones por la vida impasible por las presiones habituales que nos quitan lo mejor de nosotros mismos. Esta era una de las cosas que Lacey adoraba de Г©l. Era muy diferente a David, que se estresaba por las molestias mГЎs insignificantes.
LlegГі al mostrador y Tom estirГі los brazos para darle un beso por encima de Г©l. Lacey se dejГі perder en el instante, y no se apartГі hasta que Chester empezГі a mostrar su descontento con un gemido por ser ignorado.
–Lo siento, amigo —dijo Tom. Salió de detrás del mostrador y le ofreció una sorpresa de algarroba sin azúcar—. Aquà tienes. Tu favorito.
Chester cogiГі las sorpresas de la mano de Tom con un lamido, despuГ©s soltГі un largo suspiro de satisfacciГіn y se tumbГі en suelo para echar una cabezadita.
–Bueno, ВїquГ© tГ© hay hoy en el menГє? —preguntГі Lacey, mientras cogГa su taburete habitual del mostrador.
–Té de achicoria —dijo Tom.
Se fue hacia la cocina, que estaba al fondo.
–Nunca lo he probado —respondió Lacey en voz alta.
–No tiene cafeГna —respondiГі Tom gritando por encima del ruido del grifo y los golpes de las puertas de los armarios—. Y si bebes mucho, tiene un ligero efecto laxante.
Lacey rio.
–Gracias por avisar —exclamó Lacey.
Sus palabras coincidieron con el tintineo y el repiqueteo de la porcelana, y el burbujeo de la tetera al hervir.
A continuaciГіn, Tom reapareciГі con una bandeja para el tГ©. Encima habГa platos, tazas, platillos, un azucarero y una tetera de porcelana.
ColocГі la bandeja entre ellos. Como toda la vajilla de Tom, los artГculos no pegaban para nada entre ellos, lo Гєnico que los unГa era la temГЎtica britГЎnica, como si hubiera conseguido cada uno de ellos del mercadillo de diferentes ancianas patriГіticas. La taza de Lacey tenГa una fotografГa de la difunta Princesa Diana. Su plato tenГa un fragmento de Beatrix Potter escrito en una delicada cursiva junto a una imagen de acuarela de la icГіnica pata de Aylesbury, Jemima, la pata del charco, con su sombreo y su chal. La tetera tenГa forma de elefante indio con una decoraciГіn estridente, con las palabras В«Piccadilly CircusВ» impresas en su silla de montar de color rojo brillante y oro. Naturalmente, su tronco hacГa de pitorro.
Mientras el tГ© se iba haciendo dentro de la tetera, Tom usГі unas pinzas de plata para escoger unos cruasanes del mostrador, que colocГі en unos bonitos platos floreados. Le acercГі a Lacey el suyo, seguido de un bote de su mermelada de albaricoque favorita. DespuГ©s sirviГі a los dos una taza del tГ© ya hecho, se sentГі en su taburete, cogiГі la taza y dijo:
–Salud.
–Con una sonrisa, Lacey chocó la suya con la de él.
–Salud.
Mientras sorbГan al unГsono, Lacey tuvo un flash repentino de dГ©jГ vu. No uno de verdad, como cuando estГЎs seguro de haber vivido ya este momento exacto, sino el dГ©jГ vu que se produce por la repeticiГіn, por la rutina, por hacer lo mismo dГa sГ y dГa tambiГ©n. TenГa la sensaciГіn de que ya habГan hecho esto porque lo habГan hecho; ayer y anteayer y el dГa antes. Como propietarios de una tienda, Lacey y Tom a menudo invertГan horas extras y trabajaban semanas de siete dГas. La rutina y el ritmo habГan llegado de una manera muy natural. Pero era mГЎs que eso. Tom le habГa dado de manera automГЎtica su cruasГЎn favorito, el de almendra tostado, con mermelada de albaricoque. Ni siquiera hizo falta que le preguntara lo que querГa.
Esto tendrГa que haber complacido a Lacey pero, en su lugar, la inquietaba. Pues asГ habГan sido las cosas con David al principio. Aprendiendo lo que pedГa cada uno de ellos. HaciГ©ndose pequeГ±os favores el uno al otro. PequeГ±os momentos de rutina y ritmo que la hacГan sentir como si ellos fueran unas piezas de un puzzle que encajaban a la perfecciГіn. Era joven y tonta y habГa cometido el error de pensar que siempre serГa asГ. Pero solo mientras estuvieron en modo luna de miel. MГЎs adelante desapareciГі, en un aГ±o o dos, y para entonces ya estaba atrapada en el matrimonio.
ВїEso era lo Гєnico que era su relaciГіn con Tom? ВїUn tiempo en modo luna de miel que acabarГa por desaparecer?
–¿En qué piensas? —preguntó Tom, y la voz de él se metió en su ansiosa reflexión.
Lacey por poco escupe el tГ©.
–En nada.
Tom levantГі una ceja.
–¿En nada? ¿Tan grande ha sido el impacto de la achicoria en tu mente que la ha vaciado de todos tus pensamientos?
–¡Ah, te refieres a la achicoria! —exclamó, sonrojándose.
Tom parecГa aГєn mГЎs divertido.
–SГ. ВїSobre quГ© otra cosa te iba a preguntar?
Lacey dejГі la taza de Diana en el platillo con torpeza, haciendo un fuerte traqueteo.
–Está bien. Sabe un poco a regaliz. Un ocho de diez.
Tom silbГі.
–Guau. Qué piropo. Pero no basta para destronar al Assam.
Su pГЎnico momentГЎneo de que Tom tuviera habilidades para leer la mente se apagaron y Lacey dirigiГі su atenciГіn al desayuno, degustando los sabores de la mermelada de albaricoque casera combinada con almendras tostadas y la deliciosa masa mantecosa. Pero ni la sabrosa comida podГa evitar que su mente se desviara a la conversaciГіn con David. Era la primera vez que oГa su voz desde que saliГі de su antiguo apartamento en Upper East Side hecho una furia con la declaraciГіn de despedida «¡TendrГЎs noticias de mi abogado!В» y, al escuchar su voz de nuevo, algo le recordГі que hacГa menos de un mes era una mujer casada relativamente feliz, con un trabajo estable y unos ingresos y una familia cerca en la ciudad en la que habГa vivido toda su vida. Sin ni siquiera saber que lo estaba haciendo, habГa bloqueado su vida pasada en Nueva York con un sГіlido muro en su mente. Era una estrategia de afrontamiento que habГa desarrollado de niГ±a para superar la repentina desapariciГіn de su padre. Evidentemente, oГr la voz de David habГa hecho temblar los cimientos de ese muro.
–DeberГamos irnos de vacaciones —dijo Tom de repente.
Una vez mГЎs, Lacey casi escupiГі su comida, pero Tom no se hubiese dado cuenta, pues continuaba hablando.
–Cuando vuelva de mi curso de focaccia, deberГamos hacer vacaciones en casa. Los dos hemos estado trabajando mucho, nos lo merecemos. Podemos ir a mi ciudad natal en Devon y te enseГ±arГ© todos los lugares que me encantaban de niГ±o.
Si Tom le hubiera sugerido esto justo antes de la llamada con David, seguramente Lacey hubiera aceptado la oferta sin dudarlo. Pero, de repente, la idea de hacer planes a largo plazo con su nuevo novio —aunque solo fuera para dentro de una semana— parecГa precipitada. Evidentemente, Tom no tenГa ninguna razГіn para no estar seguro con su vida. Pero Lacey se habГa divorciado no hacГa mucho. Ella habГa entrado en un mundo, el de Г©l, de relativa estabilidad en un momento en el que literalmente todos y cada uno de los trocitos del de ella se habГan desmoronado –desde su trabajo, a su hogar, su paГs ВЎe incluso su estatus en cuanto a relaciГіn! HabГa pasado de hacer de canguro de su sobrino, Frankie, mientras su hermana, Naomi, se metГa en otra cita desastrosa, a espantar ovejas de su cГ©sped delantero; de que Saskia, su jefa en una compaГ±Гa de diseГ±o de interiores de Nueva York le ladrara a hacer excursiones en busca de antigГјedades en el Mayfair de Londres con su peculiar vecina ataviada con su chaqueta de punto y acompaГ±adas por dos perros pastores. Eran muchos cambios de golpe, y ella no estaba del todo segura de dГіnde tenГa la cabeza.
–Tendré que comprobar lo ocupada que estoy con la tienda —respondió evasiva—. La subasta lleva más trabajo del que esperaba.
–Claro —dijo Tom, que no parecГa para nada haber leГdo entre lГneas. Pillar las sutilezas y el subtexto no era uno de los puntos fuertes de Tom, y esa era otra de las cosas que le gustaban de Г©l. Se tomaba todo lo que ella decГa al pie de la letra. A diferencia de su madre y su hermana, que la observaban con lupa y analizaban cada palabra que decГa, con Tom no habГa comentarios ni crГticas. Era lo que aparentaba.
Justo entonces, repicГі la campanita que habГa encima de la puerta de la pastelerГa, y Tom echГі un vistazo por encima del hombro de Lacey. Ella observГі cГіmo la expresiГіn de Г©l se convertГa en una mueca antes de volverla a mirar a los ojos.
–FantГЎstico —murmurГі entre dientes—. Ya pensaba en cuГЎndo me tocarГa que vinieran a visitarme TararГ y TararГЎ. Me tendrГЎs que disculpar.
Se levantГі y rodeГі el mostrador para salir de detrГЎs de Г©l.
Curiosa por ver quiГ©n podГa provocar una reacciГіn tan visceral en Tom —un hombre que era notoriamente fГЎcil de tratar y agradable—, Lacey girГі en su taburete.
Los clientes que habГan entrado en la pastelerГa eran un hombre y una mujer, y parecГa que habГan salido del platГі de Dallas. El hombre llevaba un traje de color azul cielo con un sombrero de vaquero. La mujer —mucho mГЎs joven, observГі Lacey irГіnicamente, pues esta parecГa ser la preferencia de la mayorГa de hombres de mediana edad— llevaba un dos piezas de color rosa fucsia, tan chillГіn que bastaba para provocarle dolor de cabeza a Lacey, y que no combinaba en absoluto con su pelo amarillo a lo Dolly Parton.
–Nos gustarГa probar algunas muestras —ladrГі el hombre. Era americano y su brusquedad parecГa muy fuera de lugar en la pequeГ±a y pintoresca pastelerГa de Tom.
В«Por Dios, espero no sonarle asГ a TomВ», pensГі Lacey un poco tГmida.
–Por supuesto —respondiГі Tom educadamente, su acento britГЎnico parecГa haberse identificado en respuesta—. ВїQuГ© les gustarГa probar? Tenemos pastas y…
–Puaj, Buck, no —le dijo la mujer a su marido, tirГЎndole del brazo del que lo tenГa agarrado—. Ya sabes que me hincho con el trigo. PГdele otra cosa diferente.
Lacey no pudo evitar levantar una ceja ante aquella extraГ±a pareja. ВїLa mujer era incapaz de hacer sus propias preguntas?
–¿Tienes chocolate? —el hombre, al que ella se habГa referido como Buck, preguntГі. o, mГЎs bien exigiГі, puesto que su tono era muy grosero.
–AsГ es —dijo Tom, manteniendo la calma como podГa ante Bocachancla y la lapa de su mujer.
Les mostrГі su vitrina de bombones e hizo un gesto con la mano. Buck cogiГі uno con su puГ±o seboso y se lo metiГі directo en la boca.
Casi de inmediato, lo escupiГі. El montoncito pegajoso y medio masticado salpicГі en el suelo.
Chester, que habГa estado muy tranquilo a los pies de Lacey, saltГі de repente y se lanzГі a por Г©l.
–Chester. No —le advirtiГі Lacey, con la voz firme y autoritaria que Г©l sabГa perfectamente bien que debГa obedecer—. Veneno.
El perro pastor inglГ©s la mirГі a ella y, a continuaciГіn, mirГі con pena el bombГіn antes de volver a su posiciГіn a los pies de ella con la expresiГіn de un niГ±o al que han reГ±ido.
–¡Ugh, Buck, hay un perro aquГ! —gimiГі la mujer rubia—. Esto es muy poco higiГ©nico.
–La higiene es el menor de sus problemas —se mofГі Buck, mirando a Tom, el cual ahora tenГa una expresiГіn ligeramente mortificada—. ВЎTu chocolate sabe a basura!
–El chocolate americano y el chocolate inglГ©s son diferentes —dijo Lacey, que sentГa la necesidad de intervenir en defensa de Tom.
–¡No me digas! —respondiГі Buck—. ВЎEsto sabe a mierda! ВїY la reina come esta porquerГa? Necesita cosas buenas importadas de AmГ©rica, si querГ©is saber mi opiniГіn.
De alguna manera, Tom consiguiГі mantener la calma, aunque Lacey ya echaba suficiente humo por los dos.
Aquel hombre tan bruto y la tonta desgraciada que tenГa por esposa se dieron la vuelta rГЎpido y salieron de la tienda, y Tom fue a buscar un trapo para limpiar la suciedad del chocolate escupido que habГan dejado allГ.
–Qué maleducados han sido —dijo Lacey incrédula, mientras Tom limpiaba.
–Se alojan en el B’n’B de Carol —explicГі Г©l, alzando la vista hacia ella desde su posiciГіn apoyado en rodillas y manos, mientras pasaba el trapo en cГrculos por las baldosas—. Me dijo que son horribles. El hombre, Buck, devuelve toda la comida que pide a la cocina. Eso sГ, despuГ©s de haberse comido la mitad. La mujer no para de quejarse de que los champГєs y los jabones le provocan sarpullidos, pero cada vez que Carol le suministra algo nuevo, los originales han desaparecido misteriosamente.
–Bah —dijo Lacey, metiГ©ndose el Гєltimo trocito de cruasГЎn en la boca—. En ese caso, deberГa sentirme afortunada. Dudo que tengan algГєn interГ©s en las antigГјedades.
Tom dio una palmadita sobre el mostrador.
–Toca madera, Lacey. No quieras atraer la mala suerte.
Lacey estaba a punto de decir que no creГa en esa supersticiГіn, pero entonces pensГі en el anciano y la bailarina de antes, y decidiГі que era mejor no tentar a la suerte. Dio una palmadita al mostrador.
–Ya está. La mala suerte se ha roto oficialmente. Ahora, más vale que me vaya. Aún me quedan montones de cosas para tasar antes de la subasta de mañana.
La campanita de encima de la puerta tintineГі y, cuando Lacey mirГі hacia allГ, vio un grupo grande de niГ±as que entraban como un rayo. Llevaban vestidos de fiesta y sombreros. Entre ellos, una niГ±a rubia pequeГ±a y gordita vestida de princesa, que llevaba un globo de helio, gritaba a nadie en particular:
–¡Es mi cumpleaños!
Lacey se girГі hacia Tom con una sonrisita en los labios.
–Parece que se te avecina trabajo.
Г‰l parecГa aturdido y mГЎs que un poco ansioso.
Lacey bajГі del taburete con un saltito, le dio un besito en los labios a Tom y lo dejГі a merced de un grupito de niГ±as de ocho aГ±os.
*
De vuelta en su tienda, Lacey se puso a tasar los Гєltimos artГculos de la marina para la subasta del dГa siguiente.
Estaba especialmente emocionada con un sextante que habГa conseguido del sitio mГЎs inverosГmil de todos: una tienda de caridad. Solo habГa ido allГ a comprar la consola de juegos retro que habГan exhibido en el escaparate —algo que ella sabГa que a su sobrino Frankie, obsesionado con los ordenadores, le encantarГa— cuando lo vio. ВЎUn sextante de principios del siglo diecinueve, con estuche de madera de caoba, mango de Г©bano y con doble marco! Estaba allГ en la estanterГa, entre las novedades en tazas y unos cuantos modelos de osos de peluche monГsimos hasta rabiar.
Lacey casi no podГa creer lo que veГa. A fin de cuentas, era una principiante en antigГјedades. Un hallazgo asГ debГa de haber sido una ilusiГіn. Pero cuando se acercГі deprisa a inspeccionarlo, en la parte inferior de su base grabadas las palabras В«Bate, Poultry, LondresВ», lo cual le confirmГі que tenГa en sus manos un autГ©ntico y raro Robert Brettell Bate!
Lacey llamГі a Percy de inmediato, pues sabГa que Г©l era la Гєnica persona en el mundo que estarГa tan emocionada como ella. TenГa razГіn. El hombre parecГa como si hubieran llegado todas las navidades antes de tiempo.
–¿QuГ© vas a hacer con Г©l? —preguntó—. TendrГЎs que celebrar una subasta. Un artГculo raro como este no puede ponerse en eBay. Merece una ceremonia.
Mientras Lacey estaba sorprendida de que alguien de la edad de Percy supiera quГ© era eBay, su mente se habГa enganchado a la palabra subasta. ВїLo podrГa hacer? ВїCelebrar otra tan seguida de la primera? Antes habГa tenido el valor de los muebles de una hacienda victoriana entera. No podГa celebrara una subasta solo para este artГculo. AdemГЎs, le parecГa inmoral comprar una antigГјedad rara de una tienda de caridad, sabiendo su verdadero valor.
–Ya lo sé —dijo Lacey, cuando se le ocurrió una idea—. Usaré el sextante como cebo, como la principal atracción de una subasta general. Después, con las ganancias que haga con su venta, puedo volver a la tienda de caridad.
Esto solucionarГa dos dilemas: la desagradable sensaciГіn de comprar algo por debajo de su verdadero valor en una tienda de caridad y quГ© hacer con Г©l una vez lo tuviera.
Y asГ es cГіmo se habГa formado todo el plan. Lacey comprГі el sextante (y la consola, que se dejГі con la emociГіn y casi se le olvida volverla a recoger), decidiГі el tema naval y, a continuaciГіn, se puso a trabajar para hacer la selecciГіn para la subasta e hizo correr la noticia.
El ruido de la campana de encima de la puerta sacГі a Lacey de su ensimismamiento. Al alzar la vista, vio a su vecina Gina, de pelo canoso y ataviada con su chaqueta de punto, entrando tranquilamente acompaГ±ada por Boudicca, su border collie.
–¿QuГ© estГЎs haciendo aquГ? preguntГі Lacey. Pensaba que habГamos quedado para comer.
–¡Asà es! —respondió Gina, señalando al gran reloj de latón y hierro forjado que estaba colgado en la pared.
Lacey mirГі hacia allГ. Junto con todo lo que habГa en el В«rincГіn nГіrdicoВ», el reloj estaba entre sus atractivos preferidos de la tienda. Era una antigГјedad (evidentemente) y parecГa que podrГa haber estado pegado a la fachada de un hospicio para pobres de la Г©poca victoriana.
–¡Oh! —exclamГі Lacey, cuando por fin se dio cuenta de la hora—. Es la una y media. ВїYa? El dГa me ha pasado volando.
Era la primera vez que las dos amigas habГan planeado cerrar la tienda durante una hora y comer en condiciones. Y por В«planearВ», lo que realmente sucediГі es que Gina habГa atiborrado de vino a Lacey una noche y no dio su brazo a torcer hasta que esta cediГі y aceptГі. Era cierto que la mayorГa de habitantes y visitantes de la ciudad de Wilfordshire pasaba la hora de comer en una cafeterГa o en un pub de todos modos, y que era muy improbable que el cierre de una hora afectara las ventas de Lacey, pero ahora que Lacey se habГa enterado de que era un lunes festivo a nivel nacional, empezaba a darle vueltas.
–Tal vez no sea una buena idea, después de todo —dijo Lacey.
Gina se llevГі las manos a las caderas.
–¿Por qué? ¿Qué excusa se te ha ocurrido esta vez?
–Bueno, no me habГa dado cuenta de que hoy era un dГa festivo. Hay mucha mГЎs gente de la habitual por aquГ.
–Mucha mГЎs gente, pero no muchos mГЎs clientes —dijo Gina—. Porque todos y cada uno de ellos estarГЎ sentado en un cafГ©, pub o bar en diez minutos, ВЎigual que deberГamos estar nosotros! Vamos, Lacey. Ya hablamos de eso. ВЎnadie compra antigГјedades a la hora de comer!
–Pero ¿y si algunos son europeos? —dijo Lacey—. Ya sabes que en el continente lo hacen todo más tarde. Si cenan a las nueve o a las diez de la noche, entonces ¿a qué hora almuerzan? ¡Seguramente a la una no!
Gina la cogiГі por los hombros.
–Tienes razón. Pero, en cambio, pasan la hora del almuerzo haciendo la siesta. Si hay turistas europeos, durante la próxima hora estarán durmiendo. Para ponerlo en palabras que tú entiendas ¡«no comprando en una tienda de antigüedades»!
–Vale, está bien. Asà que los europeos estarán durmiendo. Pero ¿y si vienen de bastante más lejos y sus relojes biológicos aún no están sincronizados, no tienen hambre para comer y les apetece comprar antigüedades?
Gina cruzГі los brazos.
–Gina —dijo, en un tono maternal—. Necesitas un descanso. Vas a acabar agotada si pasas todos los minutos del dГa entre estas cuatro paredes, por muy ingeniosamente decorada que estГ© la tienda.
Lacey torciГі los labios. DespuГ©s colocГі el sextante sobre el mostrador y se dirigiГі hacia el taller.
–Tienes razón. ¿Qué daño puede hacer una hora en realidad?
Estas fueron unas palabras de las que Lacey pronto se arrepentirГa.
CAPГЌTULO TRES
—Me muero por visitar el nuevo salГіn de tГ© —dijo Gina eufГіrica, mientras Lacey y ella daban una vuelta por el paseo marГtimo, mientras sus acompaГ±antes caninos se perseguГan el uno al otro por las olas, moviendo las colas con la emociГіn.
–¿Por qué? —preguntó Lacey—. ¿Qué tiene de especial?
–Nada en concreto —respondió Gina. Bajó la voz—. ¡Solo que me han dicho que el nuevo propietario era un luchador profesional! Estoy impaciente por conocerlo.
Lacey no lo pudo evitar. EchГі la cabeza hacia atrГЎs y se rio a carcajadas de lo absurdo que era ese rumor. Aunque, por otro lado, no hacГa tanto que todo el mundo en Wilfordshire pensaba que ella podrГa ser una asesina.
–¿Qué tal si no nos tomamos ese chisme al pie de la letra? —le sugirió a Gina.
Su amiga le respondiГі con un В«bahВ» y las dos empezaron a reГr.
La playa se veГa especialmente atractiva con el tiempo mГЎs cГЎlido. TodavГa no hacГa suficiente calor como para tomar el sol o chapotear, pero mucha mГЎs gente empezaba a andar por ahГ y a comprar helados de las furgonetas. Por el camino, las dos amigas empezaron a hablar sin parar y Lacey puso a Gina al corriente de toda la llamada de David, y de la conmovedora historia del hombre y la bailarina. Al cabo de un rato, llegaron al salГіn de tГ©.
Ocupaba lo que habГa sido un taller de piraguas, situado en un lugar privilegiado en primera lГnea de mar. Los anteriores propietarios habГan sido los que lo modificaron, convirtiendo un viejo cobertizo en una cafeterГa un tanto deslucida —algo que Gina le habГa enseГ±ado que en Inglaterra le llamaban В«un bar de mala muerteВ». Pero el nuevo propietario habГa mejorado notablemente el diseГ±o. HabГan limpiado la fachada de piedra y habГan sacado manchas de caca de gaviota que seguramente llevaban allГ desde los aГ±os cincuenta. Fuera habГan puesto una pizarra, que anunciaba В«cafГ© orgГЎnicoВ» en la letra cursiva de un profesional de las letras de molde. Y habГan sustituido las puertas de madera originales por una reluciente puerta de cristal.
Gina y Lacey se acercaron. La puerta se abriГі rГЎpidamente de forma automГЎtica, como si las invitara a entrar. Intercambiaron una mirada y entraron.
Las recibiГі el olor intenso de los granos de cafГ© reciГ©n molidos, seguidos por el aroma de madera, tierra mojada y metal. Las baldosas que iban desde el suelo hasta el techo, los reservados de vinilo rosa y el suelo de linГіleo habГan desaparecido. Ahora, todo el enladrillado estaba al descubierto y las viejas tarimas habГan sido barnizadas con pintura oscura. Para mantener el ambiente rГєstico, todas las mesas y las sillas parecГan hechas de barcos pesqueros reciclados —lo que explicaba el olor a madera— y unas tuberГas de cobre escondГan todo el cableado de varias bombillas estilo Edison grandes que colgaban del alto techo —lo que explicaba el olor metГЎlico. El olor a tierra lo provocaba el hecho de que en cada centГmetro de espacio libre habГa un cactus.
Gina agarrГі a Lacey por el brazo y susurrГі con disgusto:
–Oh, no. ¡Es… moderno!
HacГa poco que Lacey se habГa enterado en una excursiГіn para comprar antigГјedades en Shoreditch, Londres, de que В«modernoВ» no era un cumplido que podГa usarse en lugar de В«de buen gustoВ», sino que mГЎs bien tenГa un significado oculto de frГvolo, ostentoso y presuntuoso.
–Me gusta —replicГі Lacey—. EstГЎ muy bien diseГ±ado. Incluso Saskia estarГa de acuerdo.
–Cuidado. No te vayas a pinchar —añadió Gina, girando con un movimiento exagerado para evitar un cactus grande de aspecto espinoso.
Lacey le contestГі con un В«psssВ» y fue hacia el mostrador, que estaba hecho de bronce pulido y tenГa una vieja cafetera a juego, que seguramente debГa ser decorativa. A pesar de lo que le habГan dicho a Gina, detrГЎs de Г©l no habГa ningГєn hombre que pareciera un luchador, sino una mujer con una melena corta encrespada y teГ±ida de rubio y una camiseta blanca sin mangas que complementaba su piel dorada y sus bГceps protuberantes.
Gina llamó la atención de Lacey y hizo una señal con la cabeza a los músculos de la mujer como diciendo «¿Ves? Te lo dije»
–¿QuГ© os pongo? —preguntГі la mujer con el acento australiano mГЎs marcado que Lacey habГa oГdo.
Antes de que Lacey tuviera ocasiГіn de pedir un cortado, Gina le dio un golpe con el codo en las costillas.
–¡Es igual que tú! —exclamó Gina—. ¡Una americana!
Lacey no pudo evitar reГrse.
–Erre… no, no lo es.
–Soy de Australia —la mujer corrigió a Gina, de buena manera.
–Ah, ВїsГ? —preguntГі Gina, que parecГa perpleja—. Pues a mГ me suenas igual que Lacey.
La mujer rubia mirГі rГЎpidamente de nuevo a Lacey.
–¿Lacey? —repitiГі, como si ya hubiera oГdo hablar de ella—. AsГ que tГє eres Lacey.
–Eh… sГ… —dijo Lacey, sintiГ©ndose bastante extraГ±a de que esta desconocida de alguna manera la conociera.
–TГє tienes la tienda de antigГјedades, Вїverdad? —aГ±adiГі la mujer, apoyando la libretita que tenГa en la mano y colocГЎndose el lГЎpiz detrГЎs de la oreja. ExtendiГі una mano.
SintiГ©ndose aГєn mГЎs desconcertada, Lacey asintiГі y tomГі la mano que le ofrecГan. La mujer apretaba con fuerza. Lacey se preguntГі brevemente si habГa algo de verdad en lo de los rumores de la lucha, despuГ©s de todo.
–Perdona, pero ВїcГіmo aves quiГ©n soy? —indagГі Lacey, mientras la mujer movГa el brazo de arriba abajo con energГa con una amplia sonrisa en la cara.
–Porque cada persona del pueblo que entra aquà y se da cuenta de que soy extranjera, ¡enseguida se pone a hablarme de quién eres! De cómo tú también viniste del extranjero a aquà sola. Y de cómo empezaste tú propia tienda desde cero. Creo que todo Wilfordshire nos apoya para que seamos las mejores amigas.
TodavГa estaba saludando a Lacey con la mano con energГa y, cuando Lacey hablГі, le temblaba la voz por la vibraciГіn.
–¿Asà que tú viniste sola al Reino Unido?
Finalmente, la mujer le soltГі la mano.
–SГ. Me divorciГ© de mi maridito y despuГ©s me di cuenta de que no bastaba con divorciarme de Г©l. En serio, necesitaba estar en la otra punta del planeta de donde estaba Г©l.
–Lacey no pudo evitar reГrse.
–Yo igual. Bueno, parecido. Nueva York no está exactamente en la otra punta del mundo, pero tal y como es Wilfordshire, a veces parece que lo estuviera.
Gina se aclarГі la garganta.
–¿Puedes ponerme un cappuccino y un sándwich caliente de atún?
De repente, la mujer pareciГі recordar que Gina estaba allГ.
–Oh, lo siento. ВЎQuГ© educaciГіn la mГa! —Le ofreciГі la mano a Gina—. Soy Brooke.
Gina no la mirГі a los ojos. Le dio la mano sin energГa. Lacey pillГі la sensaciГіn de celos que desprendГa y no pudo evitar sonreГr para sГ misma.
–Gina es mi compinche —le dijo Lacey a Brooke—. Trabaja conmigo en mi tienda, me ayuda a encontrar existencias, saca a mi perro a sus citas de juegos, me imparte toda su sabidurГa sobre jardinerГa y, en general, me ha mantenido cuerda desde que lleguГ© a Wilfordshire.
Una sonrisa avergonzada sustituyГі la mueca de celos de Gina.
Brooke sonriГі.
–Espero encontrar yo también a mi Gina —dijo en broma—. Es un placer conoceros a las dos.
Se sacГі el lГЎpiz de detrГЎs de la oreja, haciendo que su liso pelo rubio cayera rГЎpidamente hacia atrГЎs.
–Entonces será un cappuccino y un sándwich caliente de atún… —dijo, escribiendo en la libretita—. ¿Y para ti? —Alzó la vista hacia Lacey con una mirada de expectación.
–Un cortado —dijo Lacey, bajando la mirada hacia el menГє. EchГі un vistazo rГЎpido a lo que ofrecГan. HabГa una gran variedad de platos que parecГan apetitosos, pero en realidad el menГє consistГa Гєnicamente en sГЎndwiches con descripciones imaginativas. De hecho, el sГЎndwich caliente de atГєn que Gina habГa pedido era un В«tostado de atГєn listado y queso cheddar ahumado con madera de roble»—. Err… La baguete con guacamole.
Brooke tomГі nota del pedido.
–¿Y para vuestros amigos peluditos? —añadió, señalando con su lápiz entre Gina y los hombros de Lacey hacia donde estaban Boudicca y Chester moviéndose en forma de ocho, en un intento de olisquearse entre ellos—. ¿Un cuenco con agua y comida balanceada para perros?
–Eso serГa genial —dijo Lacey, impresionada por lo servicial que era la mujer.
SerГa una hotelera fantГЎstica, pensГі Lacey. QuizГЎs su trabajo en Australia habГa sido en la hostelerГa. O tal vez sencillamente era una persona agradable. En cualquier caso, a Lacey le habГa causado una muy buena impresiГіn. QuizГЎ los habitantes de Wilfordshire se saldrГan con la suya y las dos acabarГan anudando la amistad. ВЎA Lacey siempre le podrГan valer mГЎs aliados!
Gina y ella fueron a escoger una mesa. Entre los muebles retro del patio, tenГan la opciГіn de sentarse en una mesa hecha con una puerta por un lado, tronos hechos con tocones de ГЎrbol, o uno de los recovecos, que estaban hechos de barcas de remo serrados llenos de cojines. Se decidieron por la opciГіn segura —una mesa de pГcnic de madera.
–Parece todo un amor —dijo Lacey, mientras se disponГa a sentarse.
Gina encogiГі los hombros y se dejГі caer en el banco de delante.
–Bah. No parece nada del otro mundo.
HabГa vuelto a la mueca de celos.
–Sabes que tú eres mi favorita —le dijo Lacey a Gina.
–Por ahora. Solo es cuestiГіn de tiempo, Вїcon quiГ©n acabarГЎs queriendo pasar mГЎs tiempo? ВїCon alguien de tu edad que tiene un negocio moderno, o con alguien que por edad podrГa ser tu madre y que huele a ovejas?
Lacey no pudo evitar reГrse, aunque fue sin malicia. EstirГі el brazo por encima de la mesa y le apretГі la mano a Gina.
–Iba en serio lo que dije de que me mantienes cuerda. Sinceramente, con todo lo que pasГі con Iris, y los intentos de la policГa y de Taryn por expulsarme de Wilfordshire, si no hubiera sido por ti hubiera perdido la cabeza de verdad. Eres una buena amiga, Gina, y eso lo valoro mucho. No voy a abandonarte solo porque una exluchadora que empuГ±a cactus ha llegado a la ciudad. ВїVale?
–¿Una exluchadora que empuГ±a cactus? —dijo Brooke, que apareciГі a su lado llevando una bandeja de cafГ©s y sГЎndwiches?—. ВїNo estarГais hablando de mГ, verdad?
A Lacey se le enrojecieron las mejillas al instante. No era propio de ella cotillear sobre la gente a sus espaldas. Solo estaba intentando animar a Gina.
–¡Ja! ¡Gina, qué cara! —exclamó Brooke, dándole un golpe en la espalda—. No pasa nada. No me importa. Estoy orgullosa de mi pasado.
–Quieres decir…
–Sà —dijo Brooke, con una sonrisita—. Es verdad. Aunque la historia no es tanto como la gente ha inventado. Fue luchadora en el instituto, después en la universidad, antes de hacer una temporada de un año de manera profesional. Supongo que la gente de una pequeña ciudad inglesa piensa que es más exótico de lo que es.
Ahora Lacey se sentГa muy estГєpida. Evidentemente, a medida que esto pasara de una persona a la otra a lo largo del sistema de cotilleo de la pequeГ±a ciudad todo se exagerarГa. El hecho de que Brooke fuera una luchadora en el pasado era una decepciГіn tan grande como que Lacey habГa trabajado como ayudante de diseГ±adora de interiores en Nueva York; normal para ella, exГіtico para todos los demГЎs.
–Ahora bien, respecto a lo de empuñar cactus… —dijo Brooke. Después le guiñó el ojo a Lacey.
DejГі la comida de la bandeja sobre la mesa, fue a buscar cuencos de agua y alimento balanceado para perros y, a continuaciГіn, dejГі a Lacey y a Gina para que comieran tranquilas.
A pesar de las descripciones excesivamente complicadas del menГє, la comida era realmente espectacular. El aguacate estaba en su perfecto punto de madurez, lo suficientemente blando para no tener que morderlo, pero no tan blando como para que fuera pasteloso. El pan era tierno, con semillas y estaba muy bien tostado. De hecho, incluso podГa hacer la competencia al de Tom ВЎy ese realmente era el mayor piropo que Lacey podГa darle a algo! Pero el cafГ© era el verdadero triunfo. En estos dГas Lacey habГa estado bebiendo tГ©, pues se lo ofrecГan constantemente y porque parecГa que no habГa ningГєn lugar en la ciudad que estuviera a la altura de sus expectativas. ВЎPero parecГa que a Brooke le habГan mandado el cafГ© directamente de Colombia a aquГ! Desde luego que Lacey iba a cambiar e iba a venir a buscar su cafГ© maГ±anero aquГ, en los dГas en los que empezara a trabajar a una hora prudente y no a una hora en la que la mayorГa de la gente en su sano juicio estaba todavГa dormitando en la cama.
Lacey estaba a media comida cuando la puerta automГЎtica que habГa detrГЎs de ella se abriГі con un sonido silbante y entraron tranquilamente nada mГЎs y nada menos que Buck y la tonta de su mujer. Lacey se quejГі.
–Oye, chica —dijo Buck, chasqueando los dedos hacia Brooke y dejándose caer en un asiento—. Necesitamos café. Y yo tomaré un bistec con patatas fritas. —Señaló hacia el tablero como con exigencias y, a continuación, miró a su esposa—. ¿Daisy? ¿Tú qué quieres?
La mujer estaba dudando en la puerta con sus zapatos de tacГіn de aguja que tenГan las puntas de los dedos de los pies al descubierto, y parecГa de alguna manera aterrorizada por todos los cactus.
–Tomaré lo que sea más bajo en carbohidratos —murmuró.
–Una ensalada para la parienta/señora —le ladró Buck a Brooke—. No te pases con el aliño.
Brooke lanzГі una mirada rГЎpida a Lacey y a Gina y, a continuaciГіn, se marchГі a preparar los pedidos de sus groseros clientes.
Lacey se tapГі la cara con las manos, sintiendo vergГјenza ajena por la pareja. Realmente esperaba que la gente de Wilfordshire no pensara que todos los americanos eran asГ. Buck y Daisy estaban dando mala fama a todo su paГs.
–Genial —dijo Lacey entre dientes cuando Buck empezó a hablar en voz alta con su esposa—. Estos dos me fastidiaron mi cita con Tom para tomar el té. Ahora me están fastidiando mi almuerzo contigo.
Gina no parecГa impresionada por la pareja.
–Tengo una idea —dijo.
Se inclinГі hacia delante y susurrГі algo a Boudicca que hizo que esta retorciera las orejas. DespuГ©s soltГі a la perra de su correa. Esta cruzГі avasallando por todo el salГіn de tГ©, saltГі a la mesa y cogiГі el bistec del plato de Buck.
–¡EH! —vociferó este.
Brooke no lo pudo evitar. EstallГі en una carcajada.
Lacey hizo un soplido, divertida por las gracias de Gina.
–Tráeme otro —exigió Buck—. Y saca a este perro FUERA.
–Lo siento, pero era el último bistec que me quedaba —dijo Brooke, guiñando el ojo a Lacey rápida y disimuladamente.
La pareja resoplГі y se marcharon hechos una furia.
Las tres mujeres se echaron a reГr.
–No era el último que te quedaba, ¿verdad? —preguntó Lacey.
–No —dijo Brooke, riéndose entre dientes—. ¡Tengo un congelador lleno!
*
Se acercaba el final de la jornada laboral y Lacey habГa terminado de tasar todos los artГculos nГЎuticos para la subasta de maГ±ana. Estaba muy emocionada.
AsГ fue hasta que sonГі la campanita y Buck y Daisy entraron tranquilamente.
Lacey se quejГі. Ella no era tan tranquila como Tom, y no era tan jovial como Brooke. Realmente pensaba que este encuentro no irГa bien.
–Mira cuГЎntos trastos —le dijo Buck a su mujer—. QuГ© montГіn de nada. ВїCГіmo se te ocurriГі entrar aquГ, Daisy? Y huele mal. —DirigiГі la mirada a Chester—. ВЎOtra vez ese perro asqueroso!
Lacey apretГі con tanta fuerza los dientes que casi esperaba que se rompieran. IntentГі canalizar la tranquilidad de Tom mientras se acercaba a la pareja.
–Me temo que Wilfordshire es una ciudad muy pequeña —dijo—. Os encontraréis con las mismas personas —y los mismos perros— todo el rato.
–¿Eres tГє? —preguntГі Daisy que, evidentemente, reconociГі a Lacey de sus dos discusiones anteriores—. ВїEsta tienda es tuya? —TenГa una voz distraГda, como la de una chica cursi y con la cabeza hueca cualquiera.
–AsГ es —confirmГі Lacey, que se sentГa cada vez mГЎs cautelosa. La pregunta de Daisy habГa sonado malintencionada, como una acusaciГіn.
–Cuando oГ tu acento en la pastelerГa, pensГ© que eras una clienta —continuГі Daisy—. Pero Вїresulta que vives aquГ? —Hizo una mueca—. ВїQuГ© hizo que quisieras dejar de AmГ©rica por esto?
Lacey notГі que todos los mГєsculos de su cuerpo se tensaban. EmpezГі a hervirle la sangre.
–Seguramente por las mismas razones por las que vosotros escogisteis venir de vacaciones aquà —respondió Lacey con la voz más tranquila que pudo reunir—. La playa. El mar. La campiña. La maravillosa arquitectura.
–Daisy —ladró Buck—. ¿Puedes darte prisa y encontrar la cosa que me trajiste hasta aquà para comprar?
Daisy echГі un vistazo al mostrador.
–Ya no está. —Miró a Lacey—. ¿Dónde está aquella cosa de latón que estaba aquà antes?
«¿Una cosa de latГіn?В», Lacey pensГі en los artГculos en los que habГa estado trabajando antes de la llegada de Gina.
Daisy continuГі.
–Es como una especie de brújula, con un telescopio pegado. Para los barcos. La vi desde el escaparate cuando la tienda estaba cerrada a la hora de comer. ¿Ya la vendiste?
–¿Te refieres al sextante? —preguntГі, frunciendo el ceГ±o confundido ante por quГ© una rubia estГєpida como Daisy querrГa un sextante antiguo.
–¿Eso! —exclamó Daisy—. Un sextante.
Buck se rio a carcajadas. Era evidente que el nombre le hacГa gracia.
–¿No tienes suficiente sextante en casa? —dijo en broma.
Daisy se rio de forma nerviosa, pero a Lacey le pareciГі forzado, no tanto como si realmente le hiciera gracia y mГЎs como si estuviera adaptГЎndose.
A Lacey no le hacГa gracia. CruzГі los brazos y levantГі las cejas.
–Lo siento, pero el sextante no estГЎ a la venta —explicГі, manteniendo la atenciГіn en Daisy mГЎs que en Buck, que hacГa que le costara mucho mantenerse amable—. Todos mis artГculos nГЎuticos van a subastarse maГ±ana, asГ que no estГЎ a la venta para el pГєblico.
Daisy sacГі el labio inferior.
–Pero yo lo quiero. Buck pagará el doble de lo que vale. ¿Verdad, Buck? —Le tiró del brazo.
Antes de que Buck pudiera responder, Lacey interrumpió—. No, lo siento, eso no es posible. No sГ© por cuГЎnto lo venderГ©. De eso va precisamente una subasta. Es una pieza rara y van a venir especialistas de todo el paГs solo para hacer una oferta por ella. PodrГa ser cualquier precio. Si os lo vendiera ahora, yo podrГa salir perdiendo, y como las ganancias van a ir a la caridad, quiero asegurar el mejor trato.
Buck frunciГі fuertemente la frente. En ese momento, Lacey se dio todavГa mГЎs cuenta de lo grande y ancho que era realmente el hombre. MedГa casi dos metros y hacГa mГЎs que dos como ella juntas, como un roble grande. Era intimidante tanto en tamaГ±o como en sus maneras.
–¿No has oГdo lo que ha dicho mi esposa? —ladró—. Quiere comprar ese chisme tuyo, asГ que di un precio.
–Ya la he oГdo —respondiГі Lacey, manteniГ©ndose firme—. Es a mГ a quien no se escucha. El sextante no estГЎ a la venta.
ParecГa mГЎs segura de lo que se sentГa. EmpezГі a sonar una pequeГ±a alarma en su conciencia, que le decГa que iba de cabeza a una situaciГіn peligrosa.
Buck dio un paso adelante, su sombra amenazante se cernГa sobre ella. Chester dio un salto y gruГ±Гі en respuesta, pero estaba claro que a Buck no lo perturbГі y, sencillamente, lo ignorГі.
–¿Me estás negando la venta? —dijo—. ¿Eso no es ilegal? ¿Nuestro dinero no es lo bastante bueno para ti? —Se sacó un montón de dinero en efectivo del bolsillo y se lo pasó por delante de las narices a Lacey de una manera decididamente intimidatoria—. Tiene la cara de la reina y todo. ¿No te vale con esto?
Chester empezГі a ladrar furioso. Lacey le hizo una seГ±al con la mano para que parara y Г©l lo hizo, obediente, pero mantuvo la posiciГіn como si estuviera listo para atacar en el instante en el que ella le diera el visto bueno.
Lacey cruzГі los brazos y se puso en guardia ante Buck, consciente de cada centГmetro de Г©l que se le acercaba pero decidida a mantenerse firme. No la iba a amedrentar para que vendiera el sextante. No iba a permitir que este hombre malo y enorme la intimidara y le fastidiara la subasta en la que habГa trabajado tanto y que tenГa tantas ganas que llegara.
–Si queréis comprar el sextante, tendréis que venir a la subasta y hacer una oferta por él —dijo.
–Oh, lo haré —dijo Buck con los ojos entrecerrados. Señaló con el dedo a la cara de Lacey—. ya puedes contar que lo haré. Recuerda lo que te digo. Buckland Stringer va a ganar.
Y con esto, la pareja se marchГі, saliendo tan rГЎpido de la tienda que casi dejaron turbulencias a su paso. Chester fue corriendo hacia el escaparate, puso las patas delanteras contra el cristal y gruГ±Гі a sus espaldas a medida que se alejaban. Lacey tambiГ©n observГі cГіmo se marchaban, hasta que los perdiГі de vista. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo acelerado que tenГa el corazГіn y de lo mucho que le temblaban las piernas. Se agarrГі al mostrador para recuperar el equilibrio.
Tom tenГa razГіn. Se habГa traГdo la mala suerte a sГ misma al decir que no habГa ninguna razГіn por la que la pareja viniera a su tienda. Pero se le podГa perdonar que supusiera que aquГ no hubiera nada de interГ©s para ellos. Mirando a Daisy, ВЎnadie hubiera adivinar que pudiera desear tener un sextante nГЎutico antiguo!
–Oh, Chester —dijo Lacey, hundiendo la cabeza en el puño—. ¿Por qué les dije lo de la subasta?
El perro gimoteГі, al darse cuenta de la nota de triste arrepentimiento en su tono.
–¡Ahora también los tendré que aguantar mañana! —exclamó—. ¿Y qué posibilidades hay de que sepan algo del protocolo de las subastas? Va a ser un desastre.
Y exactamente asГ, la emociГіn por su subasta de maГ±ana se desvaneciГі como una llama entre sus dedos. En su lugar, Lacey solo sentГa terror.
CAPГЌTULO CUATRO
Tras su encuentro con Buck y Daisy, Lacey estaba mГЎs que preparada para cerrar por hoy e irse para casa. Esa noche Tom iba a venir a cocinar para ella, y ella se morГa de ganas de acurrucarse en el sofГЎ con una copa de vino y una pelГcula. Pero todavГa se tenГa que cuadrar la caja y ordenar algunas cosas, barrer los suelos y limpiar la cafetera… Lacey no se quejaba. Le encantaba su tienda y todo lo que conllevaba ser la propietaria.
Cuando por fin terminГі, se dirigiГі a la salida, seguida de Chester y se dio cuenta de que las manillas del reloj de hierro forjado habГan llegado a las 7 de la tarde y fuera estaba oscuro. A pesar de que la primavera habГa traГdo los dГas mГЎs largos, Lacey aГєn no habГa disfrutado de ninguno. Pero notaba el cambio en el ambiente; la ciudad parecГa mГЎs animada, muchas de las cafeterГas y de los pubs abrГan hasta mГЎs tarde, y la gente se sentaba en las mesas de fuera a tomar cafГ© y cerveza. Esto daba al lugar un rollo festivo.
Lacey cerrГі con llave su tienda. Desde el robo se habГa vuelto extracuidadosa, pero aunque eso no hubiera sucedido nunca, ella hubiera actuado asГ, pues ahora su tienda parecГa su hijo. Era algo que necesitaba que lo criaran, protegieran y cuidaran. En un espacio tan corto de tiempo, se habГa enamorado completamente de aquel sitio.
–¿QuiГ©n podГa saber que podГas enamorarte de una tienda? —reflexionГі en voz alta con un profundo suspiro de satisfacciГіn por cГіmo habГa acabado su vida.
Desde su lado, Chester protestГі.
Lacey le dio palmaditas en la cabeza.
–SГ, tambiГ©n estoy enamorada de ti, ВЎno te preocupes!
Al hablar de amor, recordГі los planes que tenГa aquella noche con Tom y echГі un vistazo a su pastelerГa.
Para su sorpresa, vio que tosas las luces estaban encendidas. Tom tenГa que abrir su tienda a la inhumana hora de las cinco de la maГ±ana para asegurarse de que todo estaba preparado para la gente que venГa a desayunar a las siete, lo que significaba que normalmente cerraba a las cinco en punto de la tarde. Pero eran las siete de la tarde y era evidente que Г©l aГєn estaba dentro. La pizarra con los sГЎndwiches todavГa estaba en la calle. El cartel de la puerta todavГa estaba girado por el lado de В«AbiertoВ».
–Venga, Chester —le dijo Lacey a su compañero peludo—. Vamos a ver qué pasa.
Cruzaron la calle juntos y entraron a la pastelerГa.
Inmediatamente, Lacey oyГі un escГЎndalo proveniente de la cocina. ParecГan los habituales ruidos de ollas y sartenes repiqueteando, pero a la velocidad de la luz.
–¿Tom? —gritó ella, un poco nerviosa.
–¡Ey! —se oyó su voz incorpórea desde la cocina trasera. Usaba su tono alegre normal.
Ahora que Lacey sabГa que no estaba en medio de un asalto de un ladrГіn de macarrones dulces, se relajГі. Se subiГі a su taburete habitual y el escГЎndalo continuГі.
–¿Va todo bien por allá atrás? —preguntó.
–¡Perfecto! —gritó Tom en respuesta.
Un instante despuГ©s, apareciГі por fin en la arcada de la pequeГ±a cocina. TenГa puesto el delantal y este —igual que casi toda la ropa que llevaba debajo y que su pelo— estaba cubierto de harina—. Ha habido un pequeГ±o desastre.
–¿PequeГ±o? —se burlГі Lacey. Ahora que sabГa que Tom no estaba peleando con un intruso en la cocina, podГa apreciar el humor de la situaciГіn.
–En realidad fue Paul —empezó Tom.
–¿Y ahora quГ© ha hecho? —preguntГі Lacey, recordando la vez en la que el aprendiz de Tom habГa usado por error bicarbonato de soda en lugar de harina en una tanda de masa, dejГЎndola inservible por entero.
Tom sujetГі en alto dos paquetes de apariencia casi idГ©ntica. A la izquierda, en la descolorida etiqueta impresa se leГa: В«azГєcarВ». En la de la derecha: В«salВ».
–Ah —dijo Lacey.
–¿Significa eso que vas a cancelar tus planes para esta noche? —preguntГі Lacey. El humor que habГa sentido unos instantes atrГЎs se rompiГі de repente y, en su lugar, ahora sentГa una gran decepciГіn.
Tom le lanzГі una mirada de disculpa rГЎpidamente.
–Lo siento mucho. Vamos a reprogramarlo. ¿Mañana? Vendré y cocinaré para ti.
–No puedo —respondió Lacey—. Mañana tengo esa reunión con Iván.
–La reunión para la venta de Crag Cottage —dijo Tom, chasqueando los dedos—. Claro. Ya lo recuerdo. ¿Qué tal el miércoles por la noche?
–¿El miércoles no ibas a ese curso de focaccia?
Tom parecГa perturbado. MirГі el calendario que tenГa colgado y soltГі un suspiro.
–Vale, eso es al otro miércoles. —Soltó una risita—. Me has asustado. Oh, pero además estoy ocupado el miércoles por la noche. Y el jueves…
–…tienes entrenamiento de bádminton —acabó Lacey por él.
–Lo que significa que no estoy libre hasta el viernes. ¿Va bien el viernes?
Lacey se fijГі en que su tono era igual de despreocupado que de normal, pero su actitud indiferente en cuanto a cancelar sus planes juntos le dolГі. No parecГa importarle en absoluto que no pudieran verse n plan romГЎntico hasta finales de semana.
Aunque Lacey sabГa perfectamente bien que ella no tenГa ningГєn plan para el viernes, se oyГі decir a sГ misma:
–Tengo que consultar mi agenda y te digo algo.
Y en cuanto las palabras hubieron salido por sus labios, una nueva sensaciГіn se le habГa metido en el estГіmago, mezclГЎndose con la decepciГіn. Para sorpresa de Lacey, la sensaciГіn era de alivio.
ВїAlivio porque no podrГa tener una cita romГЎntica con Tom durante una semana? No acababa de entender muy bien de dГіnde venГa este alivio y, de repente, eso la hizo sentir culpable.
–Claro —dijo Tom, aparentemente distraГdo—. ВїLo dejamos para mГЎs adelante y planeamos algo extraespecial la prГіxima vez, cuando los dos estemos menos ocupados? —Hizo una pausa para su respuesta y, al ver que no llegaba, aГ±adió—: ВїLacey?
Ella volviГі rГЎpidamente a conectar con el momento.
–SГ… Vale. Suena bien.
Tom fue hacia allГ y apoyГі los codos sobre el mostrador, de manera que sus caras estaban a la misma altura.
–Bueno. Una pregunta seria. ¿Te vas a apañar bien con la comida esta noche? Porque está claro que esperabas una comida deliciosa y nutritiva. Tengo algunos pasteles de carne que hoy no se han vendido, ¿quieres llevarte uno a casa.
Lacey soltГі una risita y le dio un cachete en el brazo.
–No necesito tus limosnas, ¡muchas gracias! ¡Te hago saber que en realidad sé cocinar!
–Oh, ¿en serio? —dijo en broma Tom.
–En mis tiempos era conocida por hacer algunos platos —le dijo Lacey—. Risotto de champiГ±ones. Paella de marisco. —Se rompГa la cabeza para aГ±adir al menos otra cosa, ВЎpues todo el mundo sabГa que para hacer una lista necesitabas al menos tres!—. Mm… mm…
Tom levantГі las cejas.
–¿Continúas…?
–¡Macarrones con queso! —exclamó Lacey.
Tom se rio con ganas.
–Es un repertorio bastante impresionante. Y, aun asГ, nunca he visto ninguna prueba que demuestre tus afirmaciones.
En eso tenГa razГіn. Hasta entonces, Tom habГa hecho todas las comidas para ellos. Era lo lГіgico. Le encantaba cocinar y tenГa las habilidades para sacarlo adelante. Las habilidades culinarias de Lacey no pasaban mucho de perforar el plГЎstico de un plato apto para microondas.
CruzГі los brazos.
–Precisamente todavГa no he tenido la ocasiГіn —respondiГі, usando el mismo tono argumentativo de broma que Tom con la esperanza de que ocultara el autГ©ntico enfado que su comentario habГa despertado en ella—. El repostero Sr. Estrella Michelin no se fГa de mГ cerca de los fogones.
–¿Me lo deberГa tomar como una proposiciГіn? —preguntГі Tom, moviendo las cejas.
В«Puto orgulloВ», pensГі Lacey. Se habГa metido ella sola en esto. В«Yo misma me he vendido asГ.В»
–Por supuesto —dijo, fingiendo seguridad. Extendió la mano para que se la diera—. Reto aceptado.
Tom mirГі la mano sin moverse y torciГі los labios a un lado.
–Pero con una condición.
–Ah… ¿Cuál?
–Tiene que ser algo tГpico. Algo originario de Nueva York.
–En ese caso, me has simplificado el trabajo diez veces —exclamó Lacey—. Porque eso significa que haré pizza y pastel de queso.
–No se puede comprar preparado —añadió Tom—. Todo tiene que estar hecho desde cero. Y sin ninguna ayuda a escondidas. Sin pedirle la masa a Paul.
–Oh, por favor —dijo Lacey, seГ±alando al paquete de sal desechado de encima del mostrador—. Paul es la Гєltima persona a la que contratarГa para ayudarme a hacer trampas.
Tom rio. Lacey acercГі un poquito mГЎs la mano que tenГa extendida hacia Г©l. Г‰l asintiГі con la cabeza para indicar que estaba satisfecho de que ella hubiera aceptado sus condiciones y, a continuaciГіn, le tomГі la mano. Pero en lugar de darle un apretГіn, le dio un pequeГ±o estirГіn, la acercГі hacia Г©l y la besГі por encima del mostrador.
–Nos vemos maГ±ana —murmurГі Lacey, el hormigueo de los labios de Г©l hacГa eco en los suyos—. A travГ©s del escaparate, quiero decir. A no ser que tengas tiempo de venir a la subasta.
–Pues claro que voy a venir a la subasta —le dijo Tom—. Me perdà la última. Tengo que estar allà para apoyarte.
Ella sonriГі.
–Genial.
Se dio la vuelta y fue hacia la salida, dejando a Tom con todo el jaleo de la masa.
En cuanto la puerta de la pastelerГa se cerrГі tras ella, bajГі la mirada hacia Chester.
–Ahora sГ que me he metido en una buena —le dijo a su perro de aspecto perspicaz—. En serio, tendrГas que haberme parado. Tirarme de la manga. Darme un golpecito con el morro. Lo que sea. Pero ahora tengo que hacer pizza desde cero. ВЎY un pastel de queso! Toma ya. —GolpeГі la acera con el zapato con falsa frustraciГіn—. venga, tenemos que ir a comprar comida antes de ir a casa.
Lacey girГі en direcciГіn contraria a casa y bajГі a toda prisa la calle principal hacia el pequeГ±o supermercado (o В«la tienda de la esquinaВ», como Gina insistГa en llamarla). De camino, puso un mensaje en el grupo de В«Las DoyleВ».
«¿Alguien sabe hacer pastel de queso?»
Seguro que era el tipo de cosas que su madre sabrГa hacer, Вїverdad?
DespuГ©s de no mucho tiempo oyГі que sonaba una respuesta en su mГіvil y mirГі quiГ©n habГa contestado. Por desgracia, era su infamemente irГіnica hermana, Naomi.
«Tú no» —bromeó su hermana—. «Cómpralo precocinado y ahórrate las molestias.
Lacey escribiГі una respuesta rГЎpidamente.
В«Eso no ayuda, hermanitaВ».
La respuesta de Naomi llegГі rГЎpida como un rayo.
В«Si haces preguntas tontas, espera respuestas tontasВ».
Lacey puso los ojos en blanco y siguiГі caminando a toda prisa.
Por suerte, en el momento en el que llegГі a la tienda, su madre le mandГі un mensaje con una receta.
«Es de Martha Stewart» —escribió—. «Puedes fiarte de ella».
«¿Puedes fiarte de ella?» —tecleó Naomi como respuesta—. «¿A esta no la metieron en la cárcel?
В«SГВ» —respondiГі su madre—. В«Pero no tuvo nada que ver con la receta del pastel de quesoВ».
«Touché» —respondió Naomi.
Lacey rio. ВЎMamГЎ se habГa quedado con Naomi!
GuardГі el telГ©fono, atГі la correa de Chester a una farola y entrГі en la tienda, que estaba muy iluminada. Se movГa tan rГЎpido como podГa, llenando la cesta con todo lo que Martha le habГa dicho que necesitaba y, a continuaciГіn, se cogiГі una bolsa de linguine y una tarrina pequeГ±a de salsa preparada (que estaba convenientemente colocada a su lado dentro de la nevera), y queso parmesano rallado (colocado al lado de la salsa), para acabar cogiendo la botella de vino de debajo que decГa: «¡Perfecto para los linguine!В»
В«No me extraГ±a que no haya aprendido nunca a cocinarВ», pensГі Lacey. В«Mira quГ© fГЎcil me lo ponenВ».
Fue a la caja, pagГі lo que habГa comprado, saliГі y cogiГі a Chester a la salida. Volvieron a pasar por delante de su tienda —vio que Tom estaba justo donde lo habГa dejado— y cogieron el coche de la calle lateral donde Lacey lo habГa aparcado.
El viaje en coche hasta Crag Cottage era corto, a lo largo del paseo marГtimo y subiendo el acantilado. Chester estaba alerta en el asiento del copiloto al lado de ella y, cuando el coche llegГі a la colina, Crag Cottage apareciГі ante su vista. Una sensaciГіn de placer llenГі a Lacey. La casita de campo realmente parecГa un hogar. Y despuГ©s de la reuniГіn con IvГЎn del dГa siguiente, seguramente estarГa un paso mГЎs cerca de convertirse en su propietaria oficial.
Justo entonces, se fijГі en el cГЎlido resplandor de una hoguera procedente de la casita de Gina, y decidiГі pasar de largo de su casa hacia su vecina por el camino lleno de baches y de una sola direcciГіn.
Cuando se detuvo, vio a la mujer con las botas de agua puestas al lado de la hoguera, a la que estaba echando follaje. La hoguera se veГa bastante bonita a la luz a la luz de la oscura noche de primavera.
Lacey Hizo sonar el claxon del coche y bajГі la rГgida ventanilla.
Gina se dio la vuelta y saludГі con la mano.
–Ey, Lacey. ¿Tienes que quemar algo?
Lacey apoyГі los codos sobre la ventanilla.
–No. Solo me preguntaba si necesitabas ayuda.
–¿TГє no tenГas una cita con Tom esta noche? —preguntГі Gina.
–La tenГa —le dijo Lacey, sintiendo que esa extraГ±a mezcla de decepciГіn y alivio le revolvГa el estГіmago—. Pero Г©l la anulГі. Una urgencia relacionada con la masa.
–Ah —dijo Gina. Tiró otra ramita a la hoguera, haciendo saltar chispas rojas, naranjas y amarillas—. Bueno, por aquà lo tengo todo controlado, gracias. A no ser que tengas nubes que quieras tostar.
–Vaya, pues no, no tengo. ¡Eso suena bien! ¡Y acabo de ir a comprar comida!
DecidiГі que la culpable de que ella no tuviera nubes era Martha Stewart y su extremadamente prudente receta de pastel de queso con vainilla.
Lacey estaba a punto de darle las buenas noches a Gina y dar la vuelta al coche para irse por donde habГa venido cunado notГі que Chester le daba golpecitos con el morro. Se girГі y lo mirГі. Las bolsas de la compra que habГa colocado a los pies del asiento del copiloto se habГan volcado y algunas de las cosas que habГa comprado se habГan caГdo.
–Se me ocurre algo… —dijo Lacey. Volvió a mirar por la ventanilla—. Oye, Gina. ¿Qué te parece si cenamos juntas? Tengo vino y pasta. Y todos los ingredientes para hacer el auténtico pastel de queso al estilo de Nueva York de Martha Stewart, por si nos aburrimos y necesitamos una actividad.
Gina parecГa encantada.
–¡Me has convencido con lo del vino! —exclamó.
Lacey rio. Se agachГі para coger las bolsas con la compra de los pies del asiento del copiloto, y se ganГі otro golpecito con el hГєmedo morro de Chester.
–¿Y ahora qué pasa? —le preguntó.
Este ladeГі la cabeza y levantГі los penachos peludos que tenГa por cejas rГЎpidamente.
–Ah, ya lo pillo —dijo Lacey—. Antes te he reГ±ido por no evitar que metiera la pata con Tom. Ahora quieres demostrar que tenГas razГіn y que al final todo se ha solucionado Вїverdad? Venga, eso te lo reconozco.
Г‰l rechinГі.
Ella soltГі una risita y le acariciГі la cabeza.
–Chico listo.
SaliГі del coche, Chester dio un salto para seguirla y subieron por el camino de Gina, haciendo maniobras entre las ovejas y los pollos que estaban esparcidos por todas partes.
Se metieron dentro.
–¿Qué ha pasado con Tom? —preguntó Gina mientras caminaban por el pasillo de techo bajo su cocina rústica tipo casa de campo.
–En realidad fue por Paul —explicó Lacey—. Mezcló las harinas o algo por el estilo.
Entraron a la luminosa cocina y Lacey dejГі las bolsas de la compra sobre la encimera.
–Ya serГa hora de que echara a este Paul —dijo Gina con un tch.
–Es un aprendiz —le dijo Lacey—. ¡Se supone que tiene que cometer errores!
–Ya. Pero, por otro lado, se supone que tiene que tiene que aprender de ellos. ¿Cuántas tandas de masa se ha cargado ya? Y que eso afecte a tus planes… ahà sà que le pone la guinda al pastel.
Lacey hizo una sonrisita al oГr la graciosa frase hecha de Gina.
–Sinceramente, no pasa nada —dijo, sacando todos los artГculos de la bolsa—. Yo soy una mujer independiente. No necesito quedar cada dГa con Tom.
Gina cogiГі unas copas de vino, sirviГі una para cada una y, a continuaciГіn, se pusieron a hacer la cena.
–No te vas a creer quiГ©n vino a mi tienda antes de cerrar hoy —dijo Lacey, mientras removГa rГЎpido la pasta que habГa dentro de la olla de agua hirviendo. Las instrucciones decГan que no era necesario remover durante los cuatro minutos que tardaba en hervir, pero esto parecГa demasiado lento, ВЎincluso para Lacey!
–¿No serГЎn los americanos? —preguntГі Gina con un tono de aversiГіn mientras metГa la salsa de tomate dentro del microondas durante los dos minutos que necesitaba para calentarse.
–SГ. Los americanos.
Gina se estremeciГі.
–Dios mГo. ВїY quГ© querГan? A ver si lo adivino, ВїDaisy querГa que Buck le comprara una joya carГsima?
Lacey colГі la pasta en un colador y, a continuaciГіn, la repartiГі en dos cuencos.
–No, no es eso. Pero Daisy sГ que querГa que Buck le comprara algo. El sextante.
–¿El sextante? —preguntó Gina, mientras tiraba la salsa de tomate encima de la pasta, con poca elegancia—. ¿Te refieres al instrumento náutico? ¿para qué iba a querer un sextante una mujer como Daisy?
–¿Verdad? ¡Eso mismo pensé yo! —Lacey espolvoreó virutas de parmesano encima de su montón de pasta.
–QuizГЎ lo escogiГі al azar —reflexionГі Gina, pasГЎndole a Lacey uno de los dos tenedores que habГa sacado del cajГіn de los cubiertos.
–Fue muy concreta con esto —continuГі Lacey. LlevГі su comida y el vino hacia la mesa—. QuerГa comprarlo y, evidentemente, le dije que tendrГa que venir a la subasta. PensГ© que se olvidarГa, pero nada. Dijo que allГ estarГa. AsГ que ahora los tendrГ© que aguantar a los dos otra vez maГ±ana. ВЎOjalГЎ hubiera guardado el dichoso trasto en lugar de dejarlo a la vista desde el escaparate a la hora de comer!
ObservГі a Gina mientras se sentaba en la silla de delante de ella y vio que, de repente, su vecina parecГa bastante nerviosa. tampoco parecГa no tener nada que aГ±adir a lo que habГa dicho Lacey, la cual cosa era extremadamente impropia de aquella mujer normalmente habladora.
–¿Qué pasa? —preguntó Lacey—. ¿Hay algún problema?
–Bueno, yo fui la que te convenciГі de que cerrar la tienda a la hora de comer no te harГa ningГєn daГ±o —murmurГі Gina—. Pero sГ que lo hizo. ВЎPorque le dio a Daisy la oportunidad de ver el sextante! Es culpa mГa.
Lacey rio.
–No seas tonta. Venga, vamos a comer antes de que esto se enfrГe y todo nuestro esfuerzo haya sido en vano.
–Espero. Necesitamos otra cosa más —Gina fue a los botes de especias que están colocados en el alféizar y cogió algunas hojas de uno—. ¡Albahaca fresca! —Colocó un ramito en cada uno de los cuencos mal presentados de pasta enganchada—. Y voilá!
Para lo barato que era, era un plato realmente sabroso. Pero, claro, la mayorГa de platos precocinados estГЎn llenos de grasa y azГєcar, ВЎasГ que no podrГa ser de otra manera!
–¿Y yo soy una sustituta de Tom lo suficientemente digna? —preguntГі Gina mientras comГan y bebГan vino.
–¿Tom? ВїQuГ© Tom? —dijo Lacey en broma—. ВЎOh, me lo has hecho recordar! PodrГamos decir que Tom me retГі a preparar una comida para Г©l desde cero. Algo originario de Nueva York. AsГ que voy a hacer un pastel de queso de postre. Mi madre me mandГі una receta de Martha Stewart. ВїQuieres ayudarme a hacerla?
–Martha Stewart —dijo Gina, negando con la cabeza—. Yo tengo una receta mucho mejor.
Fue hacia el armario de la cocina y empezГі a rebuscar por ahГ. DespuГ©s sacГі un libro de cocina hecho polvo.
–Este era el tesoro de mi madre —dijo, poniéndolo encima de la mesa delante de Lacey—. Recopiló recetas durante años. Aquà tengo recortes de periódico que se remontan hasta la guerra.
–IncreГble —exclamГі Lacey—. ВїY cГіmo es que tГє nunca aprendiste a cocinar, si tenГas una experta en casa?
–La razГіn es que —dijo Gina— yo tenГa mucho trabajo ayudando a mi padre a cultivar verduras en el huerto. Era una marimacho de manual. Una niГ±a de papГЎ. Yo era de aquellas niГ±as a las que les gustaba ensuciarse las manos.
–Bueno, cocinando desde luego que tambiГ©n te pasa —dijo Lacey—. TendrГas que haber visto a Tom antes. Estaba cubierto de harina de la cabeza a los pies.
Gina rio.
–¡Me referГa a que me gustaba ensuciarme con el barro! Jugar con los bichos. Subir a los ГЎrboles. Pescar. Cocinar siempre me pareciГі demasiado femenino para mi gusto.
–Mejor que no le digas eso a Tom —dijo Lacey con una risita. Miró al libro de recetas—. Entonces ¿quieres ayudarme a hacer el pastel de queso, o no hay suficientes gusanos para tenerte interesada?
–Te ayudaré —dijo Gina—. Podemos utilizar huevos frescos. Daphne y Delilah pusieron huevos esta mañana.
Recogieron su cena y se pusieron a trabajar en el pastel de queso, siguiendo la receta de la madre de Gina en lugar de la de Martha.
–Bueno, aparte de los americanos ¿estás emocionada con la subasta de mañana? —preguntó Gina mientras machacaba galletas en un cuenco con un pasapurés.
–Emocionada. Nerviosa —Lacey tragГі el vino que habГa en su copa—. Sobre todo nerviosa. ConociГ©ndome, esta noche no pegarГ© ojo preocupada con todo esto.
–Tengo una idea —dijo entonces Gina—. Cuando hayamos acabado con esto, deberГamos sacar a los perros a pasear por el paseo marГtimo. Podemos ir por la ruta del este. TodavГa no has ido por ahГ, Вїverdad? La brisa del mar te cansarГЎ y dormirГЎs como un bebГ©, recuerda mis palabras.
–Es una buena idea —le dio la razГіn Lacey. Si se iba a casa ahora, lo Гєnico que harГa serГa comerse el coco.
Mientras Lacey ponГa el desordenado pastel de queso en la nevera para que se enfriara, Gina se apresurГі a ir al lavadero a buscar chubasqueros para las dos. TodavГa hacГa bastante fresco por las tardes, especialmente junto al mar, donde hacГa mГЎs viento.
A Lacey le agobiaba el enorme chubasquero de pescadero. Pero cuando salieron se alegrГі de tenerlo. Era una noche fresca y clara.
Bajaron por los escalones del acantilado. La playa estaba desierta y bastante oscura. Era algo excitante estar allГ abajo cuando estaba tan vacГa, pensГі Lacey. Daba la sensaciГіn de que eran las Гєnicas personas del mundo.
Se dirigieron hacia el mar y, a continuaciГіn, siguieron la direcciГіn hacia el este que Lacey todavГa no habГa tenido ocasiГіn de explorar. Era divertido explorar un sitio nuevo. A veces era un poco agobiante estar en una ciudad pequeГ±a como Wilfordshire.
–Ey, ВїquГ© es eso? —preguntГі Lacey, mirando al otro lado del agua a lo que parecГa ser la silueta de un edificio sobre una isla.
–Unas ruinas medievales —dijo Gina—. Cuando la marea baja hay un banco de arena por el que puedes llegar hasta ellas. Sin duda vale la pena acercarse por allà si no te importa levantarte tan temprano.
–¿A qué hora baja la marea? —preguntó Lacey.
–A las cinco de la mañana.
–Ay. Me parece que es demasiado temprano para mГ.
–También puedes llegar en barco, evidentemente —explicó Gina—. Si por casualidad conoces a alguien que tenga uno. Pero si te quedas allà atrapada, tienes que llamar al bote salvavidas de los voluntarios y a esos chicos no les gusta utilizar sus recursos en gente tonta, ¡recuerda mis palabras! Yo lo he hecho y me llevé una buena bronca cuando hablé con ellos. Por suerte, se estuvieron riendo con mi don de palabra hasta que llegamos a la orilla, y ahora nos llevamos todos muy bien.
Chester empezГі a tirar de su correa, como si intentara llegar a la isla.
–Creo que él lo sabe —dijo Lacey.
–Quizá sus antiguos propietarios lo llevaban a pasear hasta allà —sugirió Gina.
Chester ladrГі, como si lo confirmara.
Lacey se agachГі y le alborotГі el pelo. HacГa mucho tiempo que no pensaba en los antiguos propietarios de Chester y en lo desconcertante que debГa de haber sido para Г©l perderlos tan de repente.
–¿QuГ© te parece que te lleve allГ un dГa? —le preguntГі ella—. Me levantarГ© temprano, por ti.
Chester moviГі la cola contento, echГі la cabeza hacia atrГЎs y ladrГі hacia el cielo.
*
Tal y como habГa predicho, a Lacey le costГі dormir aquella noche. A pesar de que la brisa del mar la cansara. TenГa demasiadas cosas dando vueltas en su mente como para desconectar; desde la reuniГіn con Ivan para la venta de Crag Cottage hasta la subasta, habГa mucho en que pensar. Y aunque estaba emocionada con la subasta de maГ±ana, tambiГ©n estaba nerviosa. No solo porque era la segunda vez que lo hacГa, sino por los desagradables asistentes que tendrГa que aguantar en forma de Buck and Daisy Stringer.
В«A lo mejor no vendrГЎnВ», pensaba mientras miraba fijamente las sombras de su techo. В«Seguramente Daisy habrГЎ encontrado otra cosa para pedirle a Buck que le compreВ».
Pero no, la mujer parecГa decidida a comprar concretamente el sextante. Era obvio que tenГa algГєn significado personal para ella. AllГ estarГan, Lacey estaba segura de ello, aunque solo fuera para demostrar que tenГan razГіn.
Lacey escuchaba el sonido de la respiraciГіn de Chester y de las olas al chocar contra los acantilados, dejando que los ritmos suaves la llevaran hasta la relajaciГіn. Estaba empezando a quedarse dormida cuando, de repente, su mГіvil empezГі a vibrar haciendo mucho ruido encima del tocador de madera que tenГa al lado de la cabeza. Su inquietante luz verde llenaba la habitaciГіn con destellos. Normalmente tenГa cuidado de ponerlo en modo noche, pero evidentemente se le fue de la mente con todas las otras cosas en las que estaba pensando.
Con un quejido de cansancio, Lacey agitГі el brazo y cogiГі el mГіvil. Se lo acercГі a la cara y entrecerrГі los ojos para ver quiГ©n habГa decidido molestarla a esta hora tan intempestiva. El nombre В«MamГЎВ» destellaba con insistencia en la pantalla hacia ella.
В«CГіmo noВ», pensГі Lacey suspirando. Su madre debe de haber olvidado la norma de no llamarla despuГ©s de las seis de la tarde. Hora de Nueva York.
Con un suspiro, Lacey respondiГі a la llamada.
–¿Mamá? ¿Está todo bien?
Desde el otro lado de la lГnea hubo un momento de silencio.
–¿Por qué siempre respondes asà a mis llamadas? ¿Por qué tiene que ir algo mal para que yo llame a mi hija?
Lacey puso los ojos en blanco y se puso cГіmoda sobre la almohada.
–Porque ahora mismo son las dos de la madrugada en el Reino Unido, y tú solo me llamas cuando estás en pánico con algo. ¿Y qué? ¿Qué pasa?
El silencio que siguiГі bastГі como confirmaciГіn de que Lacey habГa dado en el clavo.
–¿Mamá? —le invitó a que siguiera.
–He estado en casa de David… —empezó su madre.
–¿Qué? —exclamó Lacey—. Pero ¿por qué?
–Para conocer a Eda.
Lacey sintiГі una presiГіn en el pecho. No hablaba en serio cuando le dijo a David que Г©l, Eda y su madre podrГan quedar para una sesiГіn de manicura y pedicura. Pero por lo que parecГa, ВЎlos tres estaban pasando tiempo juntos de verdad! El por quГ© de que una madre quisiera mantener una relaciГіn con el exmarido de su hija era algo que Lacey no lograba entender. ВЎEra ridГculo!
–¿Y? —dijo Lacey entre dientes—. ¿Cómo es ella?
–ParecГa maja —dijo su madre—. Pero no te llamaba para eso. Davis dijo algo de la pensiГіn conyugal…
Lacey no lo pudo evitar. Se burlГі.
–¿David te lo pidiГі? ВїTe pidiГі que me llamaras por lo del dinero? —No le hizo falta oГr la respuesta de su madre porque era evidente, asГ que ella misma se respondiГі la pregunta—. Claro que lo hizo. Porque la Гєnica cosa que le importa a David es el dinero. Ah, y encontrar a alguien que estГ© deseando incubar a sus hijos.
–Lacey —dijo su madre con desaprobación.
Pero ahora Lacey estaba bastante despierta y bastante alerta.
–Bueno, ¿es verdad o no? Si no ¿por qué iba a comprometerse con una heredera multimillonaria veinteañera?
–¿Es por eso por lo que no le pagaste, cariГ±o? —se oyГі la voz de su madre desde el otro lado de la lГnea—. ВїPara vengarte de Г©l por lo del compromiso?
–¡No lo hice a propГіsito! —exclamГі Lacey. Ahora ya se estaba animando bastante. A su madre se le daba muy bien meterle el dedo en la llaga, e insinuar que ella habГa decidido no pagar la pensiГіn matrimonial a David de forma premeditada la habГa enfurecido—. Hubo un retraso por parte del banco. Yo no me di cuenta de que era un lunes festivo y que no se completarГan los pagos. Eso es todo.
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